Capítulo 48.

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Capítulo 48

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Capítulo 48.

Las horas pasaron mientras terminaba el proceso de valoración de las heridas y golpes que Amanda nos había causado a mí y a Kenneth. Especialmente, a él. Le habían desinfectado la herida y luego la suturaron para que esa zona permaneciera vendada un par de días por la profundidad de la laceración. Sin embargo, me alegraba y me causaba alivio saber que él estaría bien.

—Kenneth, no sabes lo feliz que me hace ver que estás bien —lo abracé como pude en cuanto me levanté de la camilla que estaba cerca de la suya.

—Ay, mi reina, que no es nada —me devolvió el abrazo con su brazo sano—. Lo importante era que estuvieras bien. En cuanto me di cuenta de que se trataba de la loca esa, me preocupé por ti.

—No sé qué hubiese ocurrido si no hubieses estado para darme una mano con ella —le sonreí con cariño. Realmente, lo quería muchísimo.

—"¿Una mano con ella?" —bufó muy melodramático—. Literalmente, le exploté una teta por el susto.

—Bien dicen por ahí que debemos cuidar lo que sale de nuestras bocas, porque las palabras tienen poder y las situaciones pueden volverse reales —enarqué las cejas.

—Tienes razón, Nere. La primera vez que sugerí que le explotaras una teta, debí decir "las" en vez de "una".

No pude evitar poner los ojos en blanco ante su falta de arrepentimiento por el acto. Mi amigo era todo un dramático, pero no podía evitar pensar que tenía razones suficientes para expresarse así, ya que, de los dos, él fue quien salió más herido.

—Bien, aquí están los últimos análisis sobre tu proceso de gestación —me dijo Damián al entrar repentinamente en la habitación de recuperación donde nos mantenían a ambos—. La buena noticia es que el bebé está estable, pero la mala es que por protocolos hospitalarios tendré que brindarte unos días de descanso y sin trabajar —enarcó las cejas.

—¿"Por protocolos" o porque un tal jefe te lo pidió? —enarqué las cejas al referirme a Adrián.

—Bueno —Damián carraspeó—, por ambas cosas —confesó—. Tuve que llevarle los análisis cuanto antes, porque estaba muy imprudente —se aclaró la voz—. Quiero decir, preocupado —rodó los ojos y esquivó nuestras miradas, intentando controlar sus típicos sarcasmos.

Kenneth y yo nos reímos, porque sabíamos lo gruñón e irónico que podía ser Damián.

—Oigan, ¿y Gloria? —fruncí el ceño—. ¿Dónde está? Se me hace extraño que no haya venido aquí a estar con nosotros. Ella siempre está.

MCP | La Especialidad ©️Where stories live. Discover now