Capítulo 42.

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Capítulo 42

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Capítulo 42.

Kenneth no dejaba de abrazarme con preocupación y como si se le fuese la vida en ello. Realmente, podía sentir lo preocupado que estaba por mí y la situación en la que nos encontrábamos Adrián y yo.

—No sabes lo mucho que me asusté, mi reina —me dijo al ayudarme a sentarme sobre el borde de la cama, sentándose igual y actuando de forma muy melodramática—. Llegué a pensar lo peor cuando vi el carro en llamas.

—Lo siento, no quería asustarte de esta manera —me disculpé sinceramente por el mal rato, aunque sabía perfectamente que no era mi culpa—. Más bien, asustarlos —corregí al enarcar las cejas—. Adrián también se ha asustado mucho y está que casi pierde los estribos.

—No es para menos —soltó un pesado suspiro y sujetó mis manos—. No puedo creer que la perra esa de tetas falsas esté causando todo esto. Nunca me he equivocado cuando he dicho que esa mujer está completamente loca.

—Bueno, no puedo asegurar que sea Amanda, ¿pero quién más sería si no es ella? —me encogí de hombros—. No tengo más enemigos.

—¿Y lo dudas? —Kenneth resopló y sacudió una de sus manos—. Después de saber que mató a tu tóxico exnovio, yo no dudo que esto haya sido ella. Es que esa tipa se le subieron los implantes de silicona al cerebro —engrandeció los ojos, espantado al caer en la cuenta de que, probablemente, una asesina había sido la responsable de la destrucción del vehículo que Adrián me había obsequiado.

—Lo más que lamento es lo que le hizo al Mercedes-Benz, pero no por las pérdidas materiales, sino porque fue un regalo de Adrián.

—Cariño —puso los ojos en blanco—, él es el director del departamento de cirugía y el próximo dueño del hospital —remarcó—. Puede comprarte uno nuevo ahora mismo y eso no le causaría ni cosquillas a su cuenta bancaria.

—Sí, tienes razón —rasqué mi nuca—. Creo que jamás me acostumbraré a tener este tipo de vida —me reí nerviosa.

—No te preocupes, Nere —tocó mi vientre con cierta familiaridad, haciéndome sentir cómoda—. De hecho, traje la comida que me habías pedido y... —miró en diferentes direcciones y luego sacudió sus manos—. Mierda, olvidé traerla hasta acá cuando vi tu carro encendido en llamas. ¿Tienes hambre? —sujetó mi mano con cariño.

—Honestamente, sí —enarqué las cejas—. En otras circunstancias no tendría apetito, pero Bebé Andy no para de comer.

—"¿Bebé Andy?" —engrandeció los ojos—. ¿Ya le pusiste apodo a mi sobrino postizo?

MCP | La Especialidad ©️Where stories live. Discover now