Capítulo 5.

6.4K 1K 265
                                    

Capítulo 5

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Capítulo 5.

(Adrián).

Largas horas habían transcurrido durante el vuelo de regreso a Puerto Rico. Físicamente y emocionalmente me sentía exhausto y adolorido. En lo único que podía pensar era en volver a ver a mi familia y tomar un descanso para caer en tiempo y reorganizar mis ideas.

—De verdad que no es lo mismo un vuelo privado, que viajar en tu propio jet privado —me quejé en francés al caminar lentamente, apoyando uno de mis brazos sobre los hombros de Arnold—. En mi avión ya hubiésemos llegado y no estuviésemos pasando por todo esto —gruñí por lo bajo al sentir que mi cuerpo entumecido y lastimado comenzaba a pasarme factura.

«Bueno, Adrián. Ya no eras un veinteañero, pero los treinta y tantos tampoco estaban nada mal, y más cuando experimentaba el mejor sexo de la existencia con la mujer que amaba».

—No se preocupe, doctor Wayne —Arnold me alentó—. Ya casi llegamos al vehículo que nos recogerá —me dijo con la respiración entrecortada al guiarme hacia un espacio vacío donde se suponía que llegaría Frankie.

—No sabe cuánto le agradezco lo que ha hecho por mi familia y por mí —le dije al continuar caminando con dificultad, pero con su ayuda—. Siempre estaré agradecido por todo esto. A cambio, le pagaré de la misma forma, así que puede dar por sentado que su familia tendrá sus vacunas resguardadas.

—Muchas gracias, doctor Wayne —me agradeció con sinceridad en cuanto nos acercamos hacia un vehículo que reconocí de inmediato.

—¡Doctor Wayne! —Frankie salió disparado hacia nosotros una vez que detuvo la camioneta Mercedes-Benz—. ¡En cuánto ha podido contactarse conmigo, he salido corriendo de la mansión! —se explicó apresuradamente, pero en sus expresiones faciales podía notar la emoción que estaba experimentando—. ¡Aún no puedo creer que esté bien, pero me alegro mucho! ¡Todos lo creen muerto! Bueno, casi muerto.

—Qué alentador saberlo, Frank —enarqué las cejas.

—Bueno, es evidente que su familia está muy triste —se apresuró a decir al abrirme la puerta posterior de la camioneta para que Arnold me ayudara a entrar—. Doctor Wayne, ¿por qué no se ha contactado en cuánto ha podido?

—Frank, entiendo que también haya estado preocupado, pero ¿cree que estoy en condiciones para tan siquiera sujetar un jodido teléfono? Ni siquiera puedo sujetarme bien el de abajo con las dos manos para orinar —gruñí al intentar acomodarme sobre el asiento posterior—. Llamé apenas llegué —me expliqué con dificultad—. De hecho, necesito que me lleve con mi familia. Quiero verlos con mis propios ojos para saber que están bien. Quiero y necesito ver a mi mujer.

Frankie asintió y rodeó el vehículo una vez que Arnold se acomodó sobre el asiento del copiloto, acompañándonos durante todo el trayecto restante hacia el hospital. Como casi no podía hablar por lo jodido que me sentía, Arnold se dedicó a contarle en inglés a mi chófer todo lo que había ocurrido cuando estuvimos en Francia.

—Creo que ya han hablado mucho de toda la mierda que ocurrió en Francia —me quejé de dolor y presioné los párpados—. Estoy cansado de hablar de persecuciones, explosiones y cuerpos desmembrados. Necesito saber cómo está mi familia y mi mujer con mi supuesta muerte.

—Bueno, sobre eso... —Frankie carraspeó—. Hace un par de horas recogí a su familia y debo decir que se veían abatidos, al igual que yo lo estaba al no tener noticias de usted, doctor. Sin embargo, físicamente se veían estables. Ahora se están recuperando satisfactoriamente en el hospital.

—Eso me alivia un poco, pero me preocupa mi niña, Frank. Debemos llegar cuánto antes —insistí.

—Por supuesto que llegaremos cuánto antes, pero ¿de qué está hablando? La doctora Doménech está físicamente estable. Estoy seguro de que en cuanto lo vea, se pondrá muy feliz. De seguro, alucinará.

—Claro que alucinará al ver a su hombre, pero me refiero a que está embarazada.

—¿¡Qué!? —exclamó Frankie—. ¿En serio será padre?

Me tensé al escuchar la palabra "padre", pero era mi nueva realidad y debía comenzar a asimilarlo si quería actuar de forma madura en ese aspecto.

—¿Por qué le sorprende? —bufé—. Sabe que siempre me la paso metiéndolo a todas horas. Ya ni me sorprende que haya procreado a otro ser que me quitará a mi mujer.

Frankie, a pesar de la situación por la cual pasábamos, soltó un par de carcajadas y respondió:

—Felicidades, doctor Wayne. Estoy seguro de que será un gran padre, ya que también es una gran persona —me dijo con sinceridad.

—Sí, bueno, gracias, Frank —enarqué las cejas—. Es mejor felicitarme y no echarme la culpa de haberla embarazado.

—Tengo la esperanza de que con el tiempo asumirá su rol de padre.

—Yo también, Frank. Yo también... —suspiré y miré el ambiente de la tarde a través de la ventanilla.

Justo cuando estábamos a punto de llegar al «Hospital General de Puerto Rico», el teléfono de Frankie sonó y él no dudó en responder de inmediato. Luego de unos segundos en silencio, escuchando lo que le decían al otro lado de la línea, lo escuché decir:

—Sí, él está bien. De hecho, estamos a punto de ingresar al hospital, pero dudo mucho que ahora mismo se encuentre en condiciones para responder.

—¿Quién es? —la emoción me invadió al pensar que era Alysha.

Frankie me miró a través del restrovisor y respondió:

—Es la doctora Michelle Santiago. ¿Quiere atender su llamada en este instante o le digo que no es el momento?

«¿Y ahora qué quería? Evidentemente, no era el momento para responder una llamada particular».

—Por supuesto que no es el momento —puse los ojos en blanco y luego presioné los párpados—. No voy a responder ninguna llamada hasta que me sienta mucho mejor. Más bien, hasta que me sienta menos jodido.

—Está bien —Frankie asintió y cuando le explicó que no respondería llamadas, estacionó el vehículo a unos cuantos metros de las puertas automáticas de la entrada principal del hospital, ya que estaba vacío por los protocolos de cuarentena.

Cuando Arnold y Frankie me ayudaron a salir del vehículo, unos guardias de seguridad que custodiaban la entrada y que vestían con los trajes protectores, nos detuvieron.

—Oigan, no pueden pasar por protocolos de... —uno de ellos dejó de hablar cuando me reconoció—. ¿¡Doctor Wayne Milán!? ¿¡Está vivo!?

—No, todavía estoy tirado entre cuerpos desmembrados y con las pelotas adoloridas en una carretera de Francia —bufé con la respiración entrecortada por el extremo cansancio—. Claro que soy yo. ¿Puedo pasar a mi hospital? —pregunté con sarcasmo y ambos guardias de seguridad se desplazaron hacia un lado—. No lo tomen a mal —les dije en cuanto logré pasar las puertas automáticas junto a Frankie y Arnold—. Es solo que he tenido unos días de trabajo muy difíciles.

Aunque Arnold no entendía una mierda lo que decía en español, Frankie fue capaz de enarcar las cejas al escucharme.

—Bueno, al menos sabemos que su cálido humor no se desintegró en aquella explosión —comentó Frankie, decidido a llevarme hacia mi familia.

MCP | La Especialidad ©️Where stories live. Discover now