Capítulo 6: La empleada del mes

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Terminé de recoger las mesas y las sillas mientras mi hermano hacía el recuento de la caja registradora. Hoy había sido un día bastante ajetreado. Luis decidió que solo abriríamos de ocho de la mañana a una del mediodía ya que para él los almuerzos en familia siempre han sido sagrados. Incluso ha llegado a cerrar el bar algún que otro domingo para poder disfrutar de mi abuela.

Después de recoger, me dispuse a barrer la acera, muchas veces por el viento, las servilletas volaban y siempre intentaba dejarlo todo perfecto. Hoy el tiempo no acompañaba, hacía frío y aire pero no me importaba porque tenía ensayo con el grupo en mi casa para prepararnos para el concierto del sábado.

Sara nos dijo que escuchó que el dueño de un pub buscaba una banda para tocar en la inauguración y ella sin dudar se plantó en el local para que nos contratase. Mi prima era así, siempre conseguía los contratos para los conciertos que dábamos por la zona porque si eso dependiese de alguno de nosotros, seguramente no nos darían ni uno. Era buena negociando.

Teníamos la misma edad, aunque ella había repetido dos cursos. Siempre estábamos juntos y me encantaba pasar tiempo con Sara porque nos llevábamos increíblemente bien. De hecho, de mi familia era el único que siempre ha estado más unido a ella y a mi abuela. Recuerdo que de pequeños nos encantaba ir a su casa para que nos llevase al parque de la laguna para darle de comer a los patos. Una vez un pato me mordió dejándome una cicatriz en el dedo índice.

De repente, mientras estaba en mi mundo de espaldas a la acera, algo me hizo volver a la realidad.

—A ver tía pero, ¿quién come con su hurón del mismo plato? —escuché que decía una chica.

—Bueno Teresa, cada una tiene sus costumbres —dijo otra chica.

No les vi la cara porque justo en el momento en el que me giré ya estaban de espaldas a mí.

—Lo puedo llegar a entender, pero... lo que no entiendo es que ayer cuando entré al baño para prepararme, Risco estaba durmiendo en el váter otra vez.

—¿Risco? —se rio la otra chica—. Se llama Risqueto, un respeto que como te escuche te muerde y no hablo del hurón.

—¿Tú crees que Ro me mordería?

—Claro que sí.

—Lengaja, no he echado las llaves. Dime que tú las llevas.

—Las llevo porque, aunque me has dicho que las tenías, no me he fiado —se encogió de hombros—. Lo siento.

—Y haces bien en no fiarte.

Las miré detenidamente hasta que entraron al portal de mi abuela. ¿Lengaja? ¿Qué era eso? Me quedé un rato pensando en esas dos chicas, qué raras eran. Ni siquiera había entendido lo que habían dicho, algo de un hurón que se llamaba Risqueto y que compartía un plato. Tampoco quise darle demasiada importancia porque siendo honesto, me daba bastante igual.

Terminé rápido lo que estaba haciendo y entré en el bar.

—Paula, ya sabes que no se lo puedo decir.

—Pero... ¿Por qué? Llevamos un mes saliendo y encima trabaja con nosotros.

Espera, espera. En ese momento entendí por qué Paula era la empleada del mes trabajando tan solo dos semanas aquí. Llevaban un mes saliendo, así que me salían las cuentas.

Sabía perfectamente la razón por la que mi hermano no me lo quería contar, me pasaría todo el día irritándolo porque ya lo hacía antes de que empezasen a salir.

Luis siempre ha estado colado de Paula. Durante estas dos semanas cada vez que se embobada de ella, me quedaba quieto mirándolo fijamente con una ceja arqueada. Algunas veces le soltaba cosas como "¿puedes dejar de mirarle el culo?" o le tiraba el boli que usaba para apuntar las comandas haciendo que saliese del trance, a lo que él me respondía que me iba a bajar el sueldo.

A través del arco IrisWhere stories live. Discover now