Capítulo 38: Sí

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Jota

Tenía a Iris entre mis brazos.

Lloraba desconsolada. Me lo acababa de contar todo... absolutamente todo... y yo tan solo pude abrazarla y hacerle entender que ahí estaba y que no me iba.

Estaba paralizado mientras miraba al frente porque no sabía cómo debía reaccionar, de hecho, ni siquiera me esperaba que fuese tan difícil. Cuando la conocí pensaba que tenía una vida normal, como la que cualquier persona merecería tener. Pero lo que ella había sufrido... no, eso no era justo. No ella, no mi Iris. Es cierto eso que dicen de que las personas más maravillosas son las que más sufren, no había conocido nunca antes a nadie más increíble que ella y sabía de sobra que por mucho que quisiese jamás podría ayudarla para que eso acabase, para que el dolor cesase.

La abracé más fuerte aún cuando escuché su respiración entrecortada y sus sollozos. No quería verla sufrir, me quemaba por dentro, dolía. Joder, dolía muchísimo. Puse mis manos en sus mejillas y le levanté la cara para darle un beso en la frente, tenía que protegerla, aunque no lo necesitase. No podía permitir que sufriera más, no estando conmigo. No estaba seguro de lo que éramos pero me daba igual, sabía que iba a acompañarla. Claro que iba a hacerlo, que, aunque no fuesen mis problemas, quería que ella compartiese la carga conmigo porque estaba seguro de que si pudiese le arrancaría el dolor y me lo quedaría para mí. Sería capaz de hacerlo solo por ella.

Se separó lentamente de mí para mirarme a los ojos.

—Gracias, Jaime... —susurró mientras sorbía por la nariz.

—¿Qué? —empecé en voz baja—. No, no me des las gracias, Iris —musité quitándole algunos pelitos que se le habían pegado a la cara por las lágrimas

—Me has escuchado... y no te has ido... tenía tanto miedo.

—No tengas miedo —la abracé mientras que ella se acomodaba en mi pecho—. Estoy aquí, estoy contigo —le di un beso en la cabeza.

—No me merezco esto... no después de lo que pasó —se aferró a mí.

—Te mereces todo lo bueno del mundo —susurré acariciándole la nuca con dos dedos.

Y era cierto. Ojalá poder darle el mundo entero, la estabilidad que necesitaba y el amor que nunca le han brindado. Quería todo eso para ella con o sin mí, pero lo quería.

—Iris... —afiancé la voz—. Sé que no has tenido la mejor vida del mundo y sé que está siendo muy duro. No puedo ni llegar a imaginarme por lo que estás pasando, con esto quiero decir que para lo que necesites puedes contar conmigo. Quiero ayudarte, de verdad que quiero, con todos los riesgos que eso pueda conllevar.

Se separó de mí para mirarme a los ojos y asintió mientras una ligera sonrisa aparecía en su rostro. ¿Eso era un sí? ¿Me quería en su vida? Sonreí y le di un beso en la frente.

—No sé cómo quieres que esté, puedo ser lo que quieras, Iris, puedo estar como un amigo.

—No quiero eso...

Fruncí el ceño contrariado mientras que ella empezaba a abrir los ojos poco a poco.

—O sea, sí —dijo rápidamente—. Te quiero como amigo... pero...

—¿Sí? —me incorporé un poco.

—Que a parte de ser eso... de ser amigos... quiero que... —apretó los labios con un ligero brillo en sus ojos.

Y entonces empecé a entender por dónde iba y sí, me puse nervioso, demasiado. Me temblaban las piernas, las rodillas y las manos. Mi corazón chocaba una y otra vez contra mi caja torácica y mi estómago revoloteaba. Todo a nuestro alrededor desapareció y solo estábamos ella y yo, no había nadie más que Iris y no quería a nadie más. Tragué saliva para deshacer el nudo de mi garganta y mojé mis labios. Mi cerebro iba a toda velocidad intentando descifrar todas y cada una de las palabras que iban saliendo de su boca para intentar darle un significado a lo que estaba escuchando.

A través del arco IrisWhere stories live. Discover now