Capítulo 29: Solos

251 19 4
                                    

Iris

Me quité el cinturón y abrí la puerta del coche.

Estaba demasiado nerviosa porque me daba vergüenza conocer a la hermana de Jota, quizás porque siempre he sido lo suficientemente tímida como para presentarme a gente nueva, y más sabiendo que esas personas pertenecían a su familia.

Encima, la noche no era como me esperaba y me encontraba bastante... ¿Confusa?

—Un momento y vengo, Iris —dijo Jota devolviéndome a la realidad.

—Vale, no te preocupes —contesté mientras ocultaba mi nariz en el cuello de mi abrigo.

Vi cómo se acercaba a la furgoneta y entraba en la parte trasera, supuse que para buscar algo. Así que, me quedé pegada a su coche con las manos en los bolsillos mientras esperaba.

Aún no podía creer lo tonta que había sido. Iba a ser mi primer beso con Jota y no tuve otra idea que decir que el pintalabios manchaba. En realidad, quería besarlo. Claro que quería, pero estaba tan nerviosa por dar mi primer beso que no supe gestionarlo y estaba segura de que pensaba que no quería hacerlo.

Cerré los ojos fuertemente intentando olvidar la situación, pero ya era imposible.

Además, cuando me dijo que no quería parecer mi padre, un pinchazo recorrió cada vértebra de mi cuerpo haciéndome recordar lo que sucedió hace siete meses. No sé si alguna vez podré hablar de eso, hablar de lo que nos pasó, de lo que les pasó a ellos, de cómo fracturó mi vida y de cómo perdí todo lo que tenía. Y tan solo de pensar en eso comencé a sentirme mal. Tan mal que noté mis mejillas ardiendo, me picaban los ojos y tenía un nudo en la garganta. Parpadeé rápidamente para quitarme las lágrimas silenciosas, que empezaron a brotar de mis ojos, porque no quería que Jota me viese así. No quería llorar delante de él. No justo antes de su concierto.

—Ya estoy —pegó un salto de la furgoneta y se acercó a mí.

—Perfecto —evité su mirada.

—¿Iris? ¿Te pasa algo?

—No, tranquilo estoy bien —forcé una sonrisa.

Él se acercó a mí y posó sus manos en mis mejillas.

—¿Has llorado? —susurró mientras levantaba mi cara.

—¿Qué? No, por Dios no —pestañeé varias veces.

—Tienes máscara de pestañas por debajo del ojo —pasó un dedo con delicadeza por la zona.

Definitivamente, tenía que empezar a usar una que fuese resistente al agua porque cada vez que lloraba se emborronaba. Aunque bueno, la otra opción posible era dejar de llorar cada vez que salía a la calle.

—No es nada. No te preocupes.

—Sí que me preocupo, claro que lo hago. ¿He hecho o dicho algo que te ha sentado mal?

—No, no eres tú.

—¿Entonces?

—No quiero hablar de esto.

—Pero... lo entiendo. De verdad que lo hago, pero es que te veo llorar y ...

—Jota, déjalo. Ya está —interrumpí, cortante.

No quería hablarle mal. No a él, pero no podía sacar el tema porque sabía de sobra que no era el momento y que no nos vendría bien a ninguno de los dos.

Su expresión cambió a una más seria y se apartó de mí.

—Está bien —apretó los labios en una dura línea.

A través del arco IrisDove le storie prendono vita. Scoprilo ora