Capítulo 9: No estás sola

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Iris

—Iris, no sé qué ponerme —manifestó Valeria a través del teléfono.

—Lo primero que pilles, no te agobies —intenté tranquilizarla.

—Es mi cumpleaños, quiero ir bien.

—¿Quieres venir a mi piso? Te puedo dejar algo.

—¿En serio? —casi pude ver la sonrisa de alivio—. Eres la mejor, Iris.

—Además, luego Mark y Leo nos recogerán en coche.

—Vale, pues le voy a decir a mi hermana que me lleve. En diez minutos estoy —colgó.

A decir verdad, ni siquiera yo sabía qué ponerme. Confiaba en que Val me diera su opinión, porque estaba entre un mono negro o unos pantalones y una chupa de cuero.

Abrí el armario y miré lo que había, no es que tuviese mucha ropa tampoco.

Empecé a divagar entre prendas y para ser honesta, nunca me había gustado ir de compras y se notaba porque tenía ropa de hacía ya demasiados años. Mi hermana era adicta, así que muchas veces cuando ella iba solía comprarme algo.

Mis compañeras de piso se habían ido a ver a sus familias, así que este fin de semana estaría sola en el piso. No me importaba, aunque igual podría proponerle a Sara que se quedase a dormir. Valeria iba mañana con la familia a la montaña así que sabía de sobra la respuesta que me daría.

Saqué un par de cosas y las puse encima de la cama, y mientras esperaba aproveché para ir al baño a plancharme el pelo.

Estuve un buen rato peinando capa por capa mi espesa melena. Siempre lo he llevado corto hasta que un día decidí dejarlo crecer y... ¡Ya me llegaba por debajo de la cinta del sujetador! Y sí, eso me emocionaba demasiado. Era de un color marrón chocolate o eso es lo que solían decirme, la verdad es que no estaba muy segura.

Me pasé brevemente la plancha por el flequillo y de repente, cuando terminé escuché el timbre.

Caminé hasta el telefonillo y pulsé el botón para abrir. Dejé la puerta entornada mientras iba al baño para apagar la plancha.

—¿Iris? —percibí una voz a lo lejos.

—¡¿Dónde está mi cumpleañera favorita?! —salí corriendo hacia ella—. ¡FELICIDADES! —la abracé con fuerza.

—Ay, muchas gracias —sorbió los mocos.

—¿Estás llorando? —me separé para mirarla.

—Es que me hace mucha ilusión celebrar el cumpleaños con vosotros —acarició mi mejilla—. Por cierto, ¿te has alisado el pelo? —pasó una mano por el cabello.

—¡Síí! ¿Te gusta?

—Estás preciosa, Iris. Eres muy guapa —sonrió.

Me incliné hacia atrás y la miré extrañada por lo que había dicho. No estaba acostumbrada a que me dijesen esas cosas, la verdad. No me lo decía ni yo porque tendía a odiarme con todas mis fuerzas.

—¿Por qué me miras así? —Salí del trance en cuanto escuché su voz.

—No estoy muy acostumbrada a que me digan cosas bonitas —me encogí de hombros.

—Pues conmigo lo harás —me guiñó un ojo—. ¿Empezamos?

—Sí, ven a mi dormitorio. Te he sacado ropa para que elijas —agarré su mano y tiré ligeramente de ella.

—Eres la mejor, Iris.

—No es nada, Val. Es tu cumple, tu día y tú decides.

Fuimos hacia el dormitorio y miramos juntas la ropa que había extendido sobre la cama. Pero no estábamos muy conformes porque ambas mirábamos las prendas como si de repente fuesen a transformarse en lo que buscábamos.

A través del arco IrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora