Capítulo 50: Grandes noticias

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Jota

Entré en el ascensor, pulsé el número cero y repiqueteé los dedos en la baranda sin poder dejar de pensar en Iris. Era un cóctel de emociones dispersas y ponerle nombre a alguna de ellas era una tarea imposible. Me costaba tanto abrirme y ser yo mismo que hasta llegué a creer que nunca me encontraría. Pero, apareció ella y el primer día rompió con todo eso. Hizo que me replanteara lo que había creado a mi alrededor. Los esquemas que cimenté se tambalearon y acabaron reconstruyéndose en algo maravilloso. Habíamos creado algo mágico y único que solo nos pertenecía a nosotros.

Las puertas del cubículo se abrieron y de repente, vi a una chica de estatura media con el pelo largo moreno esperando para subirse. Llevaba una maleta, una sudadera turquesa y unos vaqueros. Me fijé en que tenía un collar de bolitas en el cuello y lo vi porque no dejaba de tocarlo, nerviosa. Me saludó con una sonrisa y le devolví el gesto.

Minutos más tarde ya había llegado a mi casa para encaminarme a la cocina y comer algo rápido antes de irme a dormir. Mañana trabajaba y, aunque no era demasiado tarde, quería recuperar todas las fuerzas que había perdido por el festival y por Iris, aunque eso último me gustaba más que cualquier otra cosa. Ella me gustaba más que cualquier otra cosa y me sentía remando con fuerza a un lugar desconocido. Pero Iris estaba conmigo y eso era suficiente como para querer seguir navegando.

Me tumbé en la cama después de haberle escrito para avisar de que había llegado y estaba bien. Dejé el móvil en la mesita de noche e intenté controlar la sonrisa que no dejaba de surcar mi rostro.

Me desperté como siempre a las siete de la mañana y no estaba seguro de en qué punto de la noche me había quedado dormido. Miré el teléfono por si mi querida novia me había hablado en algún momento pero no, y eso era raro porque normalmente solía darme las buenas noches.

Aunque bueno, ayer hicimos el suficiente deporte como para acabar cansadísimos y creo que solo de pensar en eso mis mejillas se tiñeron de rojo. Me vestí para bajar a la cocina y hacerme un café porque estaba lo suficientemente dormido aún como para poder ir a trabajar sin tirar la bandeja al suelo. 

Me senté en la encimera después de haber preparado la cafetera y entonces, Luis entró en la habitación más nervioso de lo normal, estaba alterado y eso en realidad no era raro en él pero la expresión que le recorría la cara era de todo menos normal.

—Buenos días, Jota —saludó casi como un autómata mientras iba a por una taza para servirse el café que yo acababa de preparar.

—Luis —dije a modo de bienvenida.

—No se te ve mucho el pelo desde que tienes novia —soltó.

—Nos vemos todos los días, trabajo contigo. Además, solo he pasado un día en su casa, Luis.

—Ah, sí —contestó despistado—. Es verdad.

—¿Qué pasa? —me llevé la taza a los labios para beber.

—Nada —manifestó más borde de lo normal y eso hizo que me bajase de un salto para acercarme a él. Levanté las cejas delante de su cara y... —. ¿Qué? —espetó.

—Que me digas lo que te pasa.

—No es nada.

—Vale, pues no te insisto. 

Atrapé la taza para después sentarme en una silla y apoyar el recipiente en la mesa. Sabía de sobra que cuando entraba en su mundo por mucho que quisiese saber algo era imposible porque no me lo diría. Además, era mi jefe y no quería agobiarlo por si decidía pagarme menos. Le pegué un trago al café cuando...

A través del arco IrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora