Capítulo 51: Ni siquiera me conoces

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Iris

Me llevé dos dedos al cuello y después la miré a los ojos.

¿Cómo iba a decirle que fui yo misma la que lo rompí? ¿Cómo iba a decirle que había hablado mal de ella? ¿Cómo podía siquiera mirarla a la cara cuando no me había atrevido a contarle mis sentimientos, a decirle lo que me hacía sentir? Había aguantado años de mentiras, súplicas, miedos e inseguridades. Y en cambio ahora teniéndola delante una culpabilidad desmesurada me recorría de arriba abajo.

Ni siquiera podía articular palabra y aun así le mentí.

—Se me rompió.

Sonrió triste y se llevó las manos a la garganta.

—Entonces, estás de suerte. Tengo otro —desabrochó su collar mientras se acercaba a mí.

Me rodeó para ponerse por detrás y así apartarme el pelo. Pasó la joya por delante de mi cara y lo posó en mi cuello para después abrocharlo y volver a colocarse enfrente de mí.

—Ahora sí, perfecto —acarició mi mejilla.

Toqué el collar con la punta de mis yemas y tragué saliva, nerviosa. Como si de repente hubiese vuelto a la casilla de salida. Como si nunca debiese hablar con ella. Como si nuestra relación fuese perfecta. Pero no. Estaba enmarañada de una nube tóxica que no me dejaba ver con claridad, pero aquí estaba. Había venido por mí porque le importaba, así que quizás todo eso debía pasar a un segundo plano y simplemente disfrutar de ella.

—¿Tienes hambre? —pregunté en cuanto volví de mi ensoñación.

—La verdad es que sí —respondió asintiendo.

Le hice un gesto con la cabeza para que me siguiese y nos plantamos delante de la puerta del frigorífico para buscar algo que pudiese echarse a la boca.

—¿Quieres una tortilla? —dije mientras cerraba para mirarla.

—Claro —sonrió—. ¿Tú no quieres?

—Apenas tengo hambre, he comido galletas —señalé el paquete mientras me remangaba.

Minutos más tarde ya estábamos sentadas en el sofá para que ella pudiera comer tranquilamente. Me recliné hacia atrás y me enfrenté a una mirada entrecerrada.

—¿Qué tal tu vida universitaria?

—De momento bien.

Ella frunció el ceño y se llevó un trozo de tortilla a la boca.

—¿Solo bien? —levantó las cejas.

—Bastante bien —corregí mientras las comisuras de mi boca viraban hacia arriba.

—Y... ¿has conocido gente?

Asentí efusiva al recordar a todas y cada una de las personas que habían aparecido en mi vida. Me sentía bien pensando en ellas. Me habían hecho sentir tan comprendida que a veces me costaba imaginarme mi vida de otra manera que no fuese con ellos. Sabía que jamás podría olvidarlos y que ya nunca más volvería a ser la misma.

—He hecho un grupo de amigos.

—¿Sí? —preguntó tapándose la boca porque la tenía llena de comida.

—Ajá, son geniales. Me encuentro demasiado bien aquí. 

Una sonrisa involuntaria me decoró las facciones.

—¿Y cómo fue? —hizo una pausa para llevarse el tenedor a la boca—. Es decir, ¿cómo los conociste?

Afiancé la voz y asentí lentamente en su dirección.

A través del arco IrisWhere stories live. Discover now