Capítulo 42: La primera cita

248 19 10
                                    

Jota

Salimos del bloque de Iris para dar la vuelta al edificio y plantarnos en la puerta del parque. Ella llevaba un pequeño tupper en la mano izquierda, la botella en la otra y la manta por el brazo. Yo en cambio, tenía la caja y la cesta. Íbamos cargadísimos pero no podía importarme menos, estaba con Iris y no había mejor plan que ese.

Anduvimos por un pequeño paseo empedrado hasta que llegamos a la zona del césped para atravesarlo y situarnos en los tablones de madera. La idea inicial era estar en la hierba pero en cierta manera el sitio que habíamos escogido estaba mucho más nivelado y la perspectiva de que la tarta acabase en el agua no era una opción.

Extendí la manta y me senté haciendo que Iris me siguiese. Se había puesto un vestido de flores que le quedaba demasiado bien, de hecho, cualquier cosa que se probase le quedaba como un guante; le realzaba la figurada. Casi siempre la veía con ropa ancha y siendo honesto, era tan sumamente atractiva que incluso con una bolsa de basura estaría preciosa. 

—¿Qué has preparado? —interrogó mientras clavaba sus ojos en la cesta de mimbre.

La atrapé entre mis manos y la abrí para comenzar a sacar todas las cosas que había traído.

—Vale —empecé—, primero los platos, los cubiertos y los vasos —expliqué mientras los iba sacando.

—Muy romántico, sí —comentó, irónica.

—Impaciente... —puse un mohín—. ¿Estás preparada?

Asintió

—Bueno, en realidad no hay mucho pero he traído pizza... tu favorita —la puse encima de la manta— también queso y piquitos —Iris lo observó todo boquiabierta mientras yo iba sacando comida— y de postres... he traído todos los chocolates posibles y mi abuela me ha ayudado a hacer un pastel —abrí la caja para que pudiese verla—. Sé que apenas conozco tus gustos así que... —me corté a mí mismo porque no quería fastidiarlo— ...ah, también he traído manzanas con formas, me han recordado a ti —sonreí.

Iris contempló todas y cada una de las cosas que había allí con una sonrisa congelada que comenzó a desdibujarse mientras que sus ojos brillaban.

—¿E-en serio has hecho todo esto por mí? —verbalizó en voz baja. 

Asentí un poco inseguro y en cuanto lo hice las lágrimas brotaron de sus ojos como cuando descorchas una botella de champán.

—Ey —me aproximé a ella—, ¿qué pasa? —la atraje hacia mi cuerpo para poder abrazarla.

—Es que... es que... nunca nadie había hecho esto por mí —sollozó—. No me merezco tanto, Jaime.

—Claro que te lo mereces, Iris —susurré—. Te mereces esto y más —acaricié su nuca con la punta de mis dedos mientras que ella gimoteaba.

Se separó de mí y me miró a los ojos. Esos ojos verdes que con tan solo clavarlos en los míos hacía que el mundo desapareciese a su alrededor y que el tiempo se detuviera. Podría pasarme minutos enteros mirándolos que seguían atrayéndome de una manera casi indescifrable, como si quisiesen tragarme y no importase lo que pudiese pasar.

—Muchas gracias, Jaime. De verdad, es que... —se le quebró la voz— esto es demasiado.

—¿No te gusta?

—¿Qué? No, no, no es eso, por favor. Me encanta... de verdad que me encanta. Además, has acertado en todo. ¿Cómo lo has sabido?

—¿El qué? —pregunté, confuso.

—La manzana es mi fruta favorita y las fresas me encantan, pero mira qué tarta más bonita —la analizó casi al milímetro—. ¿La has decorado tú? —agarró la caja para verla de cerca.

A través del arco IrisUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum