Capítulo 41: Leer entre líneas

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Iris

Me desperté sobre las nueve de la mañana sin apenas haber dormido por los nervios. Aún seguía sin creerme que Jaime y yo estuviésemos juntos habiendo pasado por una infinidad de cosas en tan solo ese tiempo.

Salí de la cama casi a trompicones para ir al baño, caminé por el pasillo y entonces me encontré con mi querida compañera de piso.

—Buenos días —saludó mientras se llevaba una botella de agua a la boca. Vestía con ropa de deporte, así que supuse que acababa de llegar de entrenar, esos músculos no se trabajaban solos. Desde que conozco a Teresa siempre ha sido una persona muy activa, nunca paraba de hacer cosas y más si era algo que le gustaba y llenaba.

—Hola, lengaja —levanté las cejas y solté una sonrisa con malicia.

—¡Oye! —me empujó por el hombro mientras que entreabría un poco la boca.

Mi respuesta tan solo fue encogerme y soltar una risita dejando salir gran parte del aire de mi cuerpo.

—¿Qué haces hoy? —preguntó apoyándose en la pared del pasillo.

—Eh... bueno, he quedado —me sonrojé en cuanto me acordé de Jaime invitándome a nuestra primera cita.

Teresa dejó al descubierto una sonrisa pícara casi leyendo mis pensamientos y yo apreté los labios en un intento de no irme de la lengua, pero sabía de sobra que con Teresa esa norma se incumpliría.

—¿Es Jota el afortunado?

Asentí.

—¡AAAAH! —gritó separándose de la pared y poniéndome las manos en los brazos—. ¿Y qué vais a hacer? Le vas a preparar algo, ¿no? —me zarandeó.

Mis cejas comenzaron a elevarse y desvié la mirada de mi compañera procurando pensar en algo. No me había planteado hacer nada porque no sabía cuál era el plan y claro, no quería arriesgarme pero... no había sido consciente hasta ahora de que en realidad, me apetecía preparar una sorpresa.

—No había pensado hacer nada... —clavé mis ojos en mis pies mientras entrelazaba mis manos por detrás de la espalda.

—Puedes hacerle algo de comer —sugirió mientras contraía sus hombros.

Levanté mi mirada a la suya con aire pensativo y entrecerré los ojos. Definitivamente iba a hacer algo, no sabía el qué pero tenía que prepararlo.

Mhm —me llevé un dedo a los labios—, puede estar bien —tanteé mi boca pensando en qué podría hacer—. Voy a la cocina —salí de allí para encaminarme a la habitación.

Entré y fui directamente al armario en busca de ingredientes.

La verdad, no tenía apenas cosas salvo un paquete de galletas, dos latas de atún y algún que otro bote de garbanzos. Cerré las puertas casi enfadada por no haber ido a hacer la compra y di dos pasos hacia la nevera sabiendo que tampoco iba a encontrar nada de valor.

—Mierda... —susurré mientras apoyaba la frente en el frigorífico y apretaba los ojos.

—Vengo a solucionar tu problema —dijo Teresa mientras se deslizaba al interior.

—¿Eh? —levanté mi cabeza para mirarla con un mohín.

—Hay un supermercado que abre los domingos —señaló la pantalla de su móvil—. Te llevo con el coche y compras algo.

—¿De verdad harías eso? —di pequeños saltitos de alegría.

—Claro —rio al verme—, por mi lengaja lo que sea. Venga ve a vestirte.

A través del arco IrisWhere stories live. Discover now