Capítulo 22: La novata

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Jota


Me desperté sobre las diez de la mañana. Mi abuela tenía una cita médica y me tocaba llevarla a mí. Anoche se quedó en mi casa a dormir solo que como estuve con Iris, Sara y Dani, no pude estar con ella. Aunque tampoco me arrepentía, me lo pasé increíblemente bien con ellos.

Me levanté de la cama y miré el móvil. No tenía ningún mensaje, bueno sí, pero no de quién me interesaba. «¿Por qué no me escribes, Iris?». Eso era en lo único que podía pensar y en ese momento supuse que estaría dormida.

Salí del dormitorio con mi mejor sonrisa y bajé las escaleras mientras silbaba. Y una vez que entré en la cocina y vi a mi abuela con una infusión.

—Buenos días, abuela —canturreé mientras me servía un vaso de agua.

—Hola, cariño —sonrió—. Te veo alegre.

—Sí, porque te estoy viendo —me acerqué a ella y le di un beso en la mejilla.

—Seguro que no es por eso —me guiñó un ojo cuando me separé.

—Hola, pringao —me saludó Luis mientras entraba a la cocina.

—Hola, Luis. ¿Qué haces tú por aquí?

—Vivo aquí —señaló a todos lados.

—Lo sé —puse los ojos en blanco—, pero como normalmente siempre estás haciendo cosas pues me extraña.

—Me acabo de levantar.

—Qué dormilón —lo despeiné.

—¡Que no me despeines! —apartó mi mano.

—No os peléis, anda —nos regañó mi abuela.

Luis y yo nos reímos y mi abuela puso una mueca tierna.

—¿Qué pasa? ¿Ya te están volviendo loca? —Laura entró por la cocina.

Parecía una reunión familiar y me dolían tanto las mejillas de la sonrisa que no pude ocultar mi felicidad. Me gustaba cuando pasaba tiempo con mis hermanos y mi abuela, era una forma de alejarme de todo el exterior para simplemente disfrutar de ellos como un niño pequeño.

—Laurita, cariño. ¿Hoy no vas a ver las obras?

—Sí, me voy ya. He entrado para darte un beso —se despidió y salió de la cocina.

—¿Vamos? —la miré mientras señalaba la puerta con la cabeza.

—Sí, voy a por el monedero y nos vamos. Así me paso para comprar un par de cosas y ya me dejas en casa.

Me despedí de Luis y fui a la entrada a por las llaves. Salí de mi casa y metí las manos en los bolsillos mientras esperaba a mi abuela. No hacía demasiado frío y había una brisa agradable, llené mis pulmones de aire y después lo expulsé. Me concentré en el cosquilleo que empezó a emerger de mi interior, estaba contento, demasiado contento.

Fue entonces que carraspeé la garganta cuando mi abuela salió, fuimos para el coche y como siempre la ayudé a entrar para después arrancar.

—Solo es una revisión, ¿no?

Me asustaba el hecho de llevar a mi abuela al médico. Era una de las personas más importantes que tenía en la vida y hacerme a la idea de que le podía llegar a pasar algo me quemaba el pecho.

—Sí, no te preocupes —hizo un gesto con la mano para restarle importancia.

El centro de salud estaba a unos diez minutos de su casa pero siempre me gustaba acompañarla porque así podía asegurarme de que no le pasaba nada. Solía tener un instinto bastante protector con ella. Después la llevaría a comprar y la dejaría entrar en su piso. Y entonces una idea empezó a surgir de mi cabeza. Una idea que me emocionaba demasiado.

A través del arco IrisWhere stories live. Discover now