Capítulo 40: Tan solo un segundo

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Jota

Dejé a Iris en su casa y fui hacia el coche para montarme e ir a la mía. Antes de arrancar le escribí a Luis para avisar de que ya nos habíamos ido. Solté el móvil en el asiento, me puse el cinturón y conduje hasta mi casa con la música de fondo. Cuando llegué, aparqué y me fui directamente a la cocina para comer algo porque estaba hambriento.

Atrapé un paquete de galletas de un armario y me comí casi la mitad mientras que bebía agua porque también estaba sediento. Después, caminé a oscuras hasta el baño y cuando terminé, fui a mi dormitorio para ponerme el pijama y avisar a Iris de que ya había llegado. Nos dimos las buenas noches de nuevo y me metí en la cama.

Me tumbé boca arriba mientras contemplaba el techo de mi habitación. Respiré hondo y entonces un cosquilleo etéreo brotó desde lo más adentro de mi ser acompañado de una sonrisa. Estaba contento, era consciente de ello. No esperaba nada de la noche y en cambio ya se había convertido en mi favorita. En el momento en el que vi a Iris supe que todo sería distinto, que siempre había sido ella.

Me había contado cosas demasiado duras y tenía que procesarlas. Jamás me habría imaginado que su vida fuese así de difícil y que en cambio lo estuviese llevando tan "bien". Sabía de sobra que le costaba, que era algo que la perseguía día y noche. La vida a veces era demasiado injusta con las personas que menos se lo merecían y puede cambiar para bien o para mal en tan solo un pestañeo. En cuestión de milésimas pueden pasar millones de hechos que desencadenan en otros. Nunca te preparan para que de repente algo cambie, para que la vida que tenías se esfume para siempre. ¿Qué hubiese pasado si sus padres no hubiesen estado en ese coche? ¿O si la persona que conducía el camión no hubiese bebido? ¿Qué sería ahora de todo esto si nada de eso hubiese ocurrido? Jamás podré llegar a sentir lo que sintió Iris cuando llegó esa llamada. Esa llamada que le arrebató todo, que la rompió por dentro y la debilitó tanto que era incapaz de ver esa aura de fortaleza y luz que irradiaba. Tan solo un segundo y todo se resquebraja en mil astillas.

La quería, de eso estaba seguro y nunca antes lo había tenido tan claro. Jamás llegué a imaginarme qué podría querer a alguien como la quería a ella. Cuando apareció todo cambió. Me gustaba, me gustaba muchísimo. Hacía que mi corazón recorriese cada parte de mi cuerpo y bombease sangre a toda velocidad. Cuando estaba con Iris el tiempo se detenía.

Anotaré el once de noviembre en el calendario.

Repiqueteé los dedos sobre mi barriga y entonces me giré hacia la ventana. Mañana había quedado con ella y quería preparar algo especial, era nuestra primera cita oficialmente como pareja, así que agarré el móvil y busqué en Internet si habría algún supermercado abierto.

Bingo, encontré uno que a pesar de ser domingo no cerraba.

Puse una alarma a las nueve y fui consciente de que ya eran las cuatro de la mañana y que dormiría tan solo cinco horas, aunque tampoco me importaba, porque sabía de sobra que merecería la pena. Dejé el móvil en la mesita y caí redondo en un profundo sueño.

Abrí los ojos y apagué el sonido que martilleaba mi cerebro. Estaba cansado, demasiado, pero eso no fue suficiente para frenarme. Además, tenía ganas del plan.

Salí de la cama para ducharme y después vestirme.

Bajé las escaleras de dos en dos sin hacer ruido y entré en la cocina para comer algo. No tenía mucha hambre así que cogí una manzana y tirando. Busqué la cartera y las llaves mientras iba masticando la fruta y cuando lo tuve todo me monté en el coche.

Aparqué en el parking, me bajé y caminé hasta una papelera para tirar los restos del desayuno. Atrapé un carrito y entré en el establecimiento.

No es que fuese muy grande tampoco y la verdad es que apenas había gente, tan solo dos empleados. Una chica en la caja y un chico reponiendo lo que faltaba en las estanterías. No estaba muy seguro de lo que buscaba ni tampoco de lo que quería hacer, pero bueno, algo se me ocurriría.

A través del arco IrisWhere stories live. Discover now