Capítulo 37: Me lo debo

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Iris

Vi cómo abría y cerraba de un portazo.

Salí corriendo hacia la puerta, la abrí de golpe pero ya no estaba, se había ido y yo había provocado eso. Cerré de nuevo y fui a la cocina. Cuando entré, vi las bolsas encima de la encimera y entonces me acordé de que había traído comida.

Atrapé una y la inspeccioné.

Varías lágrimas rodaron por mis mejillas cuando fui consciente de que había una pizza cuatro quesos como la que habíamos compartido semanas antes, su favorita era la barbacoa y aun así había traído esa. Guardé la comida y me dirigí a mi dormitorio.

Me tiré a la cama y empecé a llorar. ¿Por qué había sido tan tonta? ¿Por qué no podía ser una persona normal? Miré mi móvil y busqué en la lista de contactos el número de Jaime, lo seleccioné y estuve a nada de llamarlo pero las lágrimas brotaban de mí con tanta fuerza que mi respiración se entrecortaba.

De repente, seleccioné un número y esperé a que lo cogiera. Tras tres pitidos, descolgó.

—¿Iris? ¿Qué pasa?

—Marci... —lloré aún más.

—Mi niña, ¿qué ha pasado?

—Jota... lo he perdido. Se acabó —sollocé.

—¿Qué? No, no digas eso. ¿Qué ha pasado? —dijo en un intento de tranquilizarme pero era imposible, tenía las palabras en la garganta y quemaban. No podía dejar de pensar en la expresión que puso cuando las solté; en su mirada, en sus labios. Lloré aún más haciendo que la respiración fuese casi imposible.

—Ha venido... —gimoteé—, hace un rato, quería que comiésemos juntos y después bajarme a clase... pero...

Noté cómo me escuchaba atentamente a través del teléfono, siempre lo hacía. Sabía de sobra que estaba preocupada por mí, era capaz de ponerse en mis zapatos y entenderme como la que más.

—Le he dicho... q-que se acabó, que no puedo seguir con esto —flaqueé.

—Iris... —su voz se quebró—. ¿Por qué?

—Porque tengo miedo —solté con rabia.

—¿Miedo de qué?

—De que me dejen, de que todos me abandonen... —confesé con lágrimas en los ojos.

—¿Qué te hace pensar que Jota va a hacer eso?

—No lo sé, quizás si le cuento... —me corté a mí misma—. Ya sabes... quizás no quiera estar conmigo.

—O sí, eso no lo sabes, Iris. No le has dado la oportunidad de decidir —hizo una pausa—. Yo lo sé todo y no me voy a ir. —Parpadeé alejando las lágrimas que seguían saliendo aún con más fuerza después de haber escuchado lo que acababa de decirme y suspiré con la voz temblorosa.

—Marci... se ha acabado... —El líquido de mis ojos me impedía ver con claridad, tenía la cabeza embotada y me dolían las mejillas de la quemazón.

—Venga, no digas eso —exhaló, abatida.

—N-no va querer saber nada más de mí por haber sido una estúpida —escupí las palabras.

—Iris, insultándote no vas a solucionar nada. Tienes que hablar con él.

—¿Y qué le digo?

—Empieza por una disculpa, lo más simple del mundo.

—Lo dices como si fuese fácil...

—¿Quieres que te perdone?

—Sí, claro que sí.

A través del arco IrisTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon