Capítulo 24: Tomar una decisión

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Jota

Resoplé en cuanto se cerraron las puertas del ascensor. Estaba tan cómodo con ella que casi acabo con mi padre a través del teléfono. Necesitaba ayuda con algo del coche, como si yo fuese mecánico o algo...

Salí del cubículo y abrí la puerta para caminar hasta el aparcamiento. Encendí la radio cuando me monté y escuché la música a todo volumen. Sonaba Staring At The Sun de The Offsprings.

Conduje durante veinte minutos hasta que llegué a mi casa, aparqué y vi a mi padre a lo lejos con la caja de herramientas y el capó abierto.

—Hola, papá. Has llegado pronto de trabajar.

—Hola, me he ido antes. Tenía una guardia y me ha cubierto un compañero.

—¿Qué pasa?

—El coche, esta mañana ha hecho un ruido extraño y de repente ha empezado a hacer cosas raras.

—¿Has mirado la batería?

—Sí, pero eso no es.

—¿Y has pensado en llevarlo al mecánico?

Me miró negando con la cabeza a regañadientes y volvió al motor.

—Lo he llamado, pero está de vacaciones. Lo necesito para mañana.

—A ver, déjame mirar.

Me acerqué, cerré el capó y arranqué por si se le encendía alguna luz. Me fijé bien y de repente vi que se activó la luz del aceite.

—Necesita aceite, papá. Mira esta luz —señalé la pantallita.

—Me he fijado antes y no estaba —aseguró mientras andaba hasta la parte trasera.

Apagué el motor y salí al ver su cara de fastidio. Efectivamente, el coche perdía aceite.

Puf, en eso vamos a necesitar al mecánico.

—Sí, parece que sí —dijo con los brazos en jarra.

—Pues no puedo ayudarte.

—¿Estabas ocupado?

—¿Cómo?

—Cuando te he llamado.

Lo miré y me encogí de hombros, me había molestado que me llamase porque quería estar con Iris, pero no quería volver a pelearme con él, así que lo dejé pasar por esta vez.

—No te preocupes, acababa de dejar a la abuela en su casa.

—Ah, sí me dijo tu madre lo de la cita. No es grave, ¿verdad?

Me extrañó ver a mi padre preocupado por mi abuela, casi nunca mostraba sentimientos, quizás se estaba convirtiendo en una persona nueva.

—No, me ha dicho que está sana como una manzana.

Él sonrió y yo me quedé mirándolo extrañado. Hacía tiempo que no veía a mi padre sonreír y se me hacía demasiado inusual.

—¿Qué? —preguntó.

—Nada, puedes coger el mío mañana. Yo voy con Luis —contesté mientras le daba las llaves.

Me miró a los ojos y me dio una palmada en la espalda.

—Gracias, hijo.

Asentí con la cabeza y entré en casa. Fui a la cocina y puse la mesa porque en cuanto llegase mi madre comeríamos y sabía de sobra que vendría con un hambre atroz. No había rastro de Luis o de Laura, así que les escribí un mensaje para saber qué iban a hacer.

A través del arco IrisWhere stories live. Discover now