Capítulo 1

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CAPÍTULO 1

No sabía que al llegar a ese pueblo me sucederían las cosas más denigrantes.

Tuvimos que viajar en un avión privado directo a un pueblo que no figuraba en el mapa de nadie, ni siquiera en mi móvil.

El misterio de nuestro nuevo hogar se tornaba aún más inquietante al ver que ni siquiera figuraba en los mapas convencionales, ni siquiera en la era digital en la que vivimos. ¿A dónde diablos nos dirigíamos?

Mis padres, sumidos en un mutismo que me desconcertaba, se negaban a responder mis preguntas, repitiendo la misma letanía: "Te lo explicaremos cuando lleguemos, no tengas miedo y mantén el silencio".

¿Cómo no iba a estar aterrada? Me habían obligado a empacar mis pertenencias en tiempo récord y luego me habían conducido a un lujoso automóvil, para finalmente subir a un avión privado cuyo esplendor me dejó boquiabierta mientras contemplaba el amanecer desde la ventana. Y ahora, al bajar del avión, un hombre desconocido me observaba fijamente a través de sus impenetrables lentes de sol.

Mi padre, percibiendo la mirada amenazadora del hombre, intentó desviar su atención entablando una conversación casual, mientras nos dirigíamos hacia el automóvil. La tensión en el aire era palpable, como si estuviéramos en un juego peligroso del que desconocía las reglas.

—Un ginecólogo va a revisar a la niña y tendrá que pasar por otros chequeos médicos —le comentó una vez que subimos a un auto negro.

—Sabemos el protocolo —carraspeó mi padre y cerró la puerta trasera del auto.

El ambiente se volvió tenso mientras nos acercábamos a lo que parecía ser un control policial. Mis padres mantenían la compostura, pero podía percibir su preocupación en sus gestos y expresiones. A pesar de que apretaban mi mano y me sonreían, sabía que algo no estaba bien.

En ese momento, mi madre se comunicó conmigo en lenguaje de señas, un método que habíamos aprendido debido a la sordera de mi prima. Sus manos se movían de manera sutil, tratando de ocultar nuestra conversación de la mirada del conductor a través del espejo retrovisor. "No digas absolutamente nada hasta que nos asignen una casa y estemos en un lugar seguro. Mantén la calma. Nos están vigilando", me transmitió en silencio.

Asentí en silencio, pero mi interior estaba lleno de temor. No sabía dónde nos encontrábamos ni cuál era la razón de tanto secretismo. Además, el agotamiento acumulado por la falta de sueño comenzaba a pesar sobre mí. Me froté los ojos, luchando para mantenerme despierta.

Finalmente, dejé caer mi cabeza sobre el hombro de mi madre en un intento de conciliar el sueño. Sin embargo, cuando volví a abrir los ojos, nos encontrábamos a punto de atravesar lo que parecía ser un puesto de control policial.

No era un control común, era uno militar, y me desesperaba saber qué demonios estaba pasando y por qué estaban tan armados.

No llegué a ver más allá, solo vi a varios militares con cascos y armas en sus manos verificando el auto.

Nos obligaron a bajar la ventanilla.

Papá saludó cordialmente a los oficiales. Estos solo asintieron con la cabeza y, con una indicación de sus manos, la barrera roja se levantó y nos permitieron el paso.

El auto se puso en marcha y lo que vi a continuación me puso la piel de gallina.

El paraíso ante mis ojos.

Mansiones una al lado de la otra, pero a una distancia significante. Perros paseando con sus dueños, que corrían felices, sin preocupación.

Aquí no había casas pequeñas, había impresionantes mansiones que ocupaban la mayor parte de la manzana.

En las sabanas de un TelescoWhere stories live. Discover now