Capítulo 9

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CAPÍTULO 9

Con la noticia en mi mano y el corazón en la boca, camine junto a Dan Telesco por los pasillos del palacio hasta llegar a la planta principal. Si ahora era noticia en todo el pueblo que era una de las "postulantes" más ricas que había, fue algo poco importante que caminara con Dan.

Bueno, las dos cosas se complementaban para que las personas que pasaban por nuestro lado nos quedaran viendo extrañados.

Sabía que estaba pisando terreno peligroso, pero no me quedaba otra que sufrir el destino de lo que era: una Brown.

—¿Vas a decirme en algún momento a dónde vamos, Dan?

—No, se perdería el factor sorpresa.

—No es justo.

—No, no es justo que nadie de aquí haya pretendido festejarte tu cumpleaños. Se supone que hay personas que saben hasta la fecha de la primera comida que hemos ingerido.

—Eso no es posible.

—En The Moon sí lo es.

—Me duele la cabeza, Dan.

—Excusas para no festejar tus diecinueve años.

Dan y yo frenamos frente a una alta puerta que tiene pinta de ser bastante pesada. Lo miro, me mira y sonríe otra vez.

—¿Qué hay detrás de esta puerta? —le pregunto, cruzándome de brazos.

—Tu pastel de cumpleaños.

Abre la puerta y finalmente veo lo que ha preparado y no sé en qué tiempo lo ha hecho porque he estado con él parte del tiempo.

Es un gigantesco salón de ventanas altas en las paredes y un techo que parece inalcanzable. Hay una pintura renacentista pintada en él y cuelgan candelabros enormes que brillan por si solas con sus lágrimas de cristales.

En el suelo me veo reflejada y noto que mis Conversé están algo sucias con semejante lujo ante mí.

Al fondo se ve en el centro del salón, en una mesa, un pastel sencillo color rosa con decoración de flores. No hay nadie en el salón, estamos completamente solos. Dan cierra las puertas una vez que estamos dentro. La luz del sol ilumina gran parte del sitio y nuestros pasos resuenan como eco.

—¿Me hiciste un pastel? —se me ha ido la voz a medida que nos acercamos a la mesa—¿En qué momento si nosotros...?

—Mi apellido funciona como una especie de código si pido algo por mensaje. Toma segundos hacerlo—me responde, orgulloso de su idea.

—¿Y por qué? ¿Por qué lo haces si no me conoces?

Dan se queda en silencio a medida que caminamos hacia la extensa mesa de mantel blanco y decoración floreada.

—Porque todos necesitamos a alguien cuando estás solo. Por más que no lo admitas, estás desesperada por encontrar un hombro y yo puedo serlo.

Me quedo callada ante su respuesta porque nunca nadie me había dicho algo tan bonito. Y sé que no está coqueteando, podría percibirlo, sin embargo, esta vez era diferente.

Dan se tomó la molestia de encender una vela y colocarla en el pastel frente a mí.

—Seria incomodo cantar feliz cumpleaños. No quiero que parezcamos idiotas así que sopla—me dice, arrogante.

—¿No se supone que deba pedir un deseo antes?

—No se le pide deseos al fuego, Evangeline.

Enarco una ceja. Miro la pequeña llama que no se mueve debido a que no hay ni una sola pizca de viento y soplo sin pedir ninguno porque me ha parecido coherente lo que ha dicho.

En las sabanas de un TelescoKde žijí příběhy. Začni objevovat