Capítulo 9

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CAPÍTULO 9.

—Eso es ilegal —carraspea Dan, incrédulo—. Podrían mutilarte si alguien se entera de esto, Darya.

—Que me mutilen lo que quieran, pero no voy a dejar de sentir cosas por ella —Darya amaga con encender un cigarrillo, pero recuerda la presencia de sus padres en la casa y maldice—. Hazme el favor de considerar a otra chica para el matrimonio. A Adiele ni te acerques; ya estamos en conflicto con Nathan y no necesitamos que te sumes tú también.

—No sabía que esto se había convertido en una maldita disputa entre ustedes dos.

—¡No me trates así!

Dan se levanta y camina inquieto por la sala, aturdido. Vuelve a enfrentar a su hermana, deteniéndose en seco.

—Si estás sugiriendo que me case con Evangeline...

—Ni se te ocurra casarte con ella tampoco —lo amenaza Darya—. Te conozco lo suficiente como para saber que a la primera persona que te confíes le contarás todo, y el burdel se vendría abajo.

—Creo que debería venirse abajo; que se desmorone el burdel.

Darya se pone de pie y lo encara para asegurarse de que nadie los escuche.

—Si el burdel se desmorona, papá se frustrará y viviremos bajo su mal humor, al punto de que comenzará a golpear a mamá de nuevo —carraspea Darya—. No permitiré que le ponga una mano encima. El burdel la protege a ella y a nosotros de la maldita violencia de papá. Así que no te vas a casar con Evangeline, Dan. Busca a otra mujer, alguien que no conozca nuestros secretos, alguien que no nos ponga en peligro.

Dan se frota la frente, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. La realidad de su situación se vuelve más evidente con cada palabra de su hermana.

—Darya, no puedes esperar que tome una decisión tan importante de la noche a la mañana. Necesito tiempo para procesar todo esto.

—No tienes tiempo, Dan. Nathan está al acecho también con Adiele, y ahora con esto, las cosas se pondrán aún más difíciles. No quiero ver a nuestra familia destrozada otra vez.

Ambos se enfrentan, con miradas tensas y emociones a flor de piel. Dan suspira profundamente, sintiendo el peso de la responsabilidad y la amenaza constante que se cierne sobre ellos.

—Haré lo que pueda para encontrar una solución que nos proteja a todos, pero necesito que confíes en mí, Darya.

Ella asiente con resignación.

—Pero tú deberías darte por muerta por amar a Adiele—agrega Dan.

EVANGELINE BROWN.

Armo mi maleta, eufórica. Tomo las primeras cosas que veo y necesito, metiéndolas sin acomodar absolutamente nada. Sin embargo, esa decisión me pasa factura cuando intento cerrarla y no se cierra debido a lo llena que está.

—¡Mierda! —exclamo, llevándome las palmas de las manos a los ojos para evitar no llorar de la frustración.

—No va a cerrar si no acomodas de manera correcta la ropa en el interior —la nueva esposa de mi padre se mete a la habitación, desliza la maleta sobre mi cama a su altura y empieza a acomodar todo de nuevo, echando la ropa encima del colchón para volverla a meter pero doblada.

—Mira, no quiero ser grosera, pero necesito que te vayas de mi habitación y, si es posible, de mi vida —le espeto, quitándole uno de mis vestidos casuales de sus manos.

—Estuve así cuando mi padre murió y mi madre volvió a casarse con un alcohólico que no tardó en meterme las manos cuando tenía trece años —me suelta de golpe—. A mi madre le resultó más barato mantenerme callada que echarlo de la casa.

En las sabanas de un TelescoWhere stories live. Discover now