Capítulo 4

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SARA TELESCO.

—Siéntate y come —le ordena a su hijo Dan, con un tono que mezcla autoridad y preocupación.

El chico se asoma por el umbral de la cocina, ataviado con unos pantalones cortos a rayas y una camisa abierta. Aún parece aturdido por la ducha que se ha dado, incapaz de deshacerse completamente de los recuerdos de la noche anterior. Las gotas de su cabello castaño caen de manera desordenada, como si sus mechones fueran un deslizante tobogán.

—Dan, siéntate de una vez —insiste su madre tras dar un manotazo en el respaldo de la silla.

El chico avanza arrastrando los pies con pesar y se deja caer frente a una sopa que, en este momento, no le apetece en absoluto.

—Me la pasé vomitando hasta recién, mamá. ¿Y pretendes que coma?

—No puedo llevarte al hospital porque sería demasiado raro, y tampoco puedo traer a un médico porque todos aquí son unos chismosos de porquería. No queda más opción que comerte la sopa y callarte —la mujer arrastra la silla hacia atrás y se sienta frente a él—. Sería bueno que tu semblante cambiara un poco, porque hoy regresas al palacio de la élite.

A pesar de su aturdimiento, Dan siente un pánico creciente, pero se esfuerza por no demostrarlo.

—No creo estar preparado psicológicamente para ver a Evangeline.

—Bueno, espero que lo estés, porque no es algo que te voy a permitir discutir.

—Me dijiste que Sophia quería estar conmigo —le plantea Dan de golpe, y su madre se queda en silencio un momento. Dan aprovecha para desahogarse—. Cuando lo hacíamos, parecía estar...

—¿A gusto? ¿Callada? ¿Fingía gemidos? ¿Estaba debajo tuyo con la mirada perdida hacia el techo, sin prestar atención a lo que estaba pasando alrededor? —pregunta Sara con sarcasmo.

—Estaba demasiado ebrio como para darme cuenta. Me dijiste que tenía problemas con el estúpido de su marido y que necesitaba algo de atención, ¡¡no que estaba allí en contra de su puta voluntad!!

—¿Y tú cómo sabes que estaba en contra de su voluntad? Cualquiera se sube a un auto en estado de ebriedad, choca y muere —Sara hace un movimiento de mano restándole importancia a la situación.

—¿Tu idea era que muriera? —los ojos de Dan se tornan cristalinos.

La mujer se toma un momento para responderle mientras quita una pelusa imaginaria de su vestido floreado con volados.

—Verás, cariño, conociendo la postura de Sophia Brown, esta iba a negarse a dar hijos al pueblo para que futuras generaciones pudieran casarse con ellos. Sería en vano que siguiera con vida sin proveer al pueblo —le explica, haciendo resonar la tragedia en sus palabras—. Así que fue mejor quitarla del camino para que Elijah Brown pudiera casarse con alguien completamente entregada a las políticas de The Moon.

Dan sabía que su madre estaba desequilibrada, pero ahora, más que nunca, confirmaba esa certeza.

La manera en que se expresaba sobre la idea de quitar la vida de alguien revelaba una fascinación que a Dan no le envidiaba en absoluto.

La mira con una mezcla de incredulidad y horror, preguntándose cómo pudo estar tan ciego ante la verdadera naturaleza de su propia madre. En su mente, las piezas del rompecabezas empezaban a encajar, formando una imagen aterradora de la mujer que le dio la vida.

—Manejas las vidas ajenas como si fuesen tuyas—susurra Dan, asimilando lo que acaba de suceder.

—Manejo las vidas ajenas porque no saben cómo vivir en el pueblo—le corrije—. Come, Dan.

En las sabanas de un TelescoWhere stories live. Discover now