Capítulo 4

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CAPÍTULO 4.

Lentes de sol, vestidos hechos a mano por los mejores diseñadores.

Bolsos Prada, Dior y Gucci. Y ni hablar de Chanel. Louis Vuitton estaba por todos lados.

Y yo, no sabia exactamente que me había puesto con un vestido azul oscuro cruzado que se ajustaba a mi cuerpo y unos zapatitos que deseaba que pasaran desapercibidos.

Me había recogido el cabello en una cola alta y me había dejado el fleco hacia un costado.

Bajé del auto una vez que este se estacionó y miré con gran incomodidad el mundo que se estaba desempeñándose fuera.

—¿Te puedo dar un consejo? —me pregunta el chofer una vez que tomo la manija de la puerta para abrirla.

Asiento con la cabeza y él me ve a través del espejo retrovisor.

—No confíes en nadie. Pasa desapercibida a la hora de escoger candidato y no le cuentes tus planes a nadie—me dice, serio—. Suelen comerse crudo a los nuevos.

—¿Cómo saben que soy nueva?

Mira mi ropa y vuelve a subir sus ojos a los míos.

Entendí la indirecta.

Con el chofer llevando mis maletas, vi un auto más hermoso que otro y algunos nunca los vi correr en California. Mientras más caminaba, más me intimidaban las miradas. No quería estar aquí y esperaba con todo el corazón que se notara.

Las chicas me observaban a través de sus lentes de sol, sin disimularlo en absoluto. Los chicos parecían estar murmurando entre ellos y cada tanto soltaban una que otra carcajada.

El camino hacia el palacio era de piedra, por lo que me costaba desenterrar los tacos bajos de mis zapatos o caminar como Bambi recién nacido.

Dios ¿qué era esta manera de exponerme? Me frene en seco y el chofer hizo lo mismo, mirándome a través de su gorra. No demostró impaciencia, sino, se estaba padeciendo de mí.

—Creo que a partir de ahora seguimos solos—un chico de cabello castaño claro aparece de la nada y le quita cuidadosamente mi maleta al chofer.

El hombre no se inmuta, es más, se la da y el chico sonríe, a gusto y me mira de arriba a bajo con curiosidad. No sé quién demonios es.

—Por supuesto, joven Telesco.

Me da una media sonrisa una vez que el chofer se marcha. Abro la boca para decir algo, pero nada sale de ella.

Tiene una sudadera gris con capucha bastante fina, un jean rasgado y zapatillas deportivas. Es el contraste de todos los chicos que se habian presentado con trajes costoso y corbata.

—Vamos o creerán que estás loca—me incita a seguir caminando.

No digo nada, lo sigo porque no quiero pelear con nadie pero ¿de dónde salió este chico?

—¿No hablas o te han comido la lengua los ratones? —parece estar divirtiéndose con mi estado

—Estoy procesando todo lo que me está ocurriendo porque no han pasado ni cuarenta y ocho horas desde que he llegado a este pueblo—le confieso.

Silva, sorprendido.

—¿Provienes de otro pueblo? ¿Cuántos años tienes? Porque si te transfirieron es porque te ha ido fatal en otro palacio.

—De hecho...no vengo de otro pueblo. Si no, de California.

Se detiene en seco, me mira como si le hubiese soltado una broma y su sonrisa se desvanece.

—Es broma—titubea.

—No, no lo es—sonrío como una idiota por lo nerviosa que estoy.

No debí decir eso. Dios ¿qué me pasa?

—¿Estuviste viviendo fuera? —tartamudea, completamente sorprendido—¿California?¿Viviste en California y ahora estás aquí?

Suelto la respiración por la nariz y asiento con la cabeza.

Se me acerca, preocupado y creo que está exagerando.

—Mira, si quieres que alguien te tenga como postulante no menciones absolutamente que vienes del exterior. Te van a excluir del circulo social automáticamente.

—¿Sólo porque vengo de California? —enarco una ceja.

Me está asustando.

—No, porque los que vienen de afuera y no han crecido en algún pueblo, significa que la madre o el padre de alguien que ha nacido en The Moon ha logrado escapar y...

—¿Y?

—Eres una hija del exilio—explica, algo nervioso—O al menos así les dicen. Eso quiere decir que alguien de tu árbol genealógico ha rechazado por completo los beneficios del pueblo y han dejado una mancha en el pueblo por rechazarlo, diciendo simbólicamente: "Este sitio es un asco, prefiero vivir en otra parte del mundo que aquí". Es decir, han rechazado a The Moon como lugar para vivir.

—Creo que estás exagerando, no creo que me rechacen por ello—rio, nerviosa.

El chico me mira un instante y niega con la cabeza como si le diera pena.

—Si quieres sobrevivir en el palacio de la elite, procura que nadie se entere...

—Evangeline.

—Evangeline—repite, recordando mi nombre y se me queda viendo, pensativo—. Tu nombre me suena a poema. Nada mal. Pero a partir de aquí sigues sola.

Me da la maleta una vez que subimos las escaleras del palacio y se mezcla entre otros postulantes que cruzan de a poco la puerta del sitio.

Las chicas empiezan a mirarme cada vez peor y ya no lo hacen curiosas. Estoy notando que, de manera mental me han puesto en la lista negra y no sé por qué si no les he dicho nada.

Y todo fue desde que se me acercó ese chico.

En las sabanas de un TelescoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora