Capítulo 13

195 11 0
                                    



Me llevan casi arrastrándome a la habitación que antes era la mía, y que Amaya, amiga de Adiele, no tardó en sobornarme para que me fuera y así estar cerca de la habitación de Dan. Después del jalonazo que me dieron metiéndome al ascensor, fue para darme una palmada picoza en la nuca y me volvieron a lanzar hacia el pasillo, donde me hicieron caminar hasta allí entre todas.

La sensación de ser arrastrada y empujada por ellas me hace sentir como una muñeca sin control sobre mi destino, vulnerable y completamente a merced de su voluntad.

Eran peores que los bravucones de mi escuela. Amaya abre la puerta y ante mí se revela una habitación completamente transformada, muy distinta a la que recordaba. Un aura de lujo y exceso se desborda desde cada rincón.

El esquema de colores se basa en tonos rojos profundos y oscuros, con toques dorados que resaltan la opulencia del espacio. Los muebles, elegantemente distribuidos, están tapizados en terciopelo carmesí y adornados con detalles dorados, emanando un aire de sofisticación y extravagancia.

En el centro de la habitación, un conjunto de sillones de diseño moderno invita a la relajación, con cojines lujosos que prometen confort sin igual. Una mesa de centro de cristal, adornada con jarrones de flores exóticas, añade un toque de refinamiento al ambiente.

En una esquina, una barra de estilo exclusivo está repleta de botellas de licores finos y cristalería reluciente, listas para satisfacer los más exigentes paladares.

Detrás de la barra, estantes de madera oscura exhiben una impresionante colección de licores de alta gama, dando testimonio de la riqueza y el gusto por lo refinado.

Además, una sala de juegos completa la escena, con una mesa de billar meticulosamente diseñada y un juego de dardos de alta calidad.

El suelo, cubierto por una lujosa alfombra persa, añade una sensación de calidez y confort a la habitación, mientras que las cortinas de terciopelo rojo oscuro dan un toque de intimidad y misterio al ambiente.

—¿Me van a obligar a pasarla bien o qué les pasa? —les escupo, cabreada en cuanto me empujan a la habitación.

No me responden.

Las únicas que ingresan conmigo son Amaya y Adiele; el resto de las chicas se quedan custodiando la puerta en el pasillo.

Amaya se dirige con determinación hacia el sector de bebidas, su cabello rubio resplandece bajo la luz tenue de la habitación. Mientras vierte las bebidas alcohólicas con una destreza casi profesional, sus movimientos son precisos y eficientes. Sin embargo, puedo notar la frialdad en su mirada azul helada, que parece atravesarme como dagas afiladas.

Por otro lado, Adiele se inclina sobre la mesa de billar, sus pecas salpicadas por el sol parecen destacar en contraste con el verde de la superficie de la mesa. Observo cómo acomoda las bolas de billar con un gesto rápido y seguro, su expresión seria y concentrada revela una determinación que no puedo ignorar, a pesar de mi profundo resentimiento hacia ella.

Ambas son hermosas, eso es innegable, pero no puedo evitar sentir un escalofrío recorrer mi espalda mientras las veo realizar sus tareas, recordándome una vez más que en este juego de poder y manipulación, la belleza puede ser la máscara perfecta para ocultar la oscuridad que yace debajo.


Amaya se me acerca sin decir una sola palabra y me ofrece un vaso de lo que parece whisky. Honestamente, desconozco varias bebidas alcohólicas.

—Ni loca bebería algo que me ofrezcas tú o ella —me niego, haciendo un gesto con la mano para rechazar la bebida.

Amaya frunce el ceño ante mi rechazo, pero no dice una palabra. Su mirada gélida parece penetrar en mi alma, llenándome de una incomodidad palpable. Sin embargo, me mantengo firme en mi decisión, negándome a ceder ante su presión.

En las sabanas de un TelescoWhere stories live. Discover now