Capítulo 13

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CAPÍTULO 13

Adíele mira como Dan y Evangeline bailan al compás de la orquesta. Ella cada tanto lo pisa y este no parece afectado, ni siquiera se escandaliza por no saber algo tan simple como uno, dos, tres. Algo que apenas les enseñan en kínder cuando todos los del pueblo inician su escolarización.

La joven de cabello rubio y ojos luminosos que miran con rencor a la pareja predilecta que está en boca de todos, sostiene su copa de vino con más fuerza de la necesaria.

—Vas a romper la copa y harás un escándalo—le advierte Darya posicionándose a su lado mientras ve como baila su hermano.

Adiele endereza su espalda al ver que la hermana de su deseado prometido le ha dirigido la palabra.

—Estoy bien—menciona con una sonrisa falsa y una voz que no es de una persona que lo está.

El cabello rizado y rojo de Darya cae como tirabuzones sobre sus pechos pronunciados y la punta de esta cabellera llega hasta la cintura.

Sus ojos oscuros miran a la joven de al lado sin expresión y esta se contiene para no parecer débil.

—¿Sabes Adíele? Hay personas a las que debes dejar ir y no solo porque pareces desesperada, sino, por tu salud mental. Mi hermano te está enfermando, debes parar. Has enviado a una chica a que escriba la puerta de Evangeline, la amenazaste con una navaja cuando te enteraste que estaba junto a la habitación de Dan...¿qué sigue?

Esta vez, Adiele si la mira con seriedad.

—Cada quien utiliza la estrategia que desea, creo que deberías saberlo, Darya.

—Caer bajo no es una estrategia aceptable en The Moon.

Y antes de que Adiele pueda replicar, Darya saluda a una conocida a la distancia como si ella no existiera y se aleja.

La joven aprieta la copa más fuerte.

Le gustaba los retos y Dan era uno. Desde muy pequeña cuando supo el poder económico que tenia la familia Telesco en el pueblo quiso pescarlo para tenerlo para ella sola.

No fue un flechazo directo al corazón, no fue amor a primera vista. Si bien Dan era apuesto y todo un galan a la hora de charlar con una chica (cosa que te conquistaba al instante), tenia el dinero necesario como para alimentar a todo un país, incluso más.

Adiele lo acechó durante todo el periodo escolar, tuvo la ventaja de coincidir en varias materias de la escuela, las clases adicionales de equitación y natación, y no sólo eso, sino que encajó poco a poco en su grupo de amigos para poder estar más cerca de él.

La joven se tomo la molestia de hacerle creer a todos que su fortuna también era grande para entrar en las candidatas para Dan, porque sabia que su familia necesitaba que su hijo tuviera una pareja a la par económicamente.

Adíele tenia aquel triste objetivo de tomar como esposo a un Telesco ya que sus hijos, en algun futuro, tendrían la suerte de ser los niños más caros del mundo.

Como un mercado.

Pero Adiele no creía en suerte, creía en las estrategias de querer algo e intentar conseguirlo. Y veces tenia jugar sucio para lograrlo.

Cuando vio que sus notas en violochelo en segundo año estaban siendo amenazados por una chica que había conseguido mejores notas en otro pueblo, no dudo en mandar a uno de sus hombres (uno de los guardaespalda de su padre) a que le quebrada varios de sus dedos para que no se presentara en una de las audiciones en un conservatorio que ella también se presentaría.

Adiele obtuvo la mejor calificación y le envió flores a la dulce Poppy que prometía destronarla algún día, mientras tanto, tendría que vivir sin tocar aquel instrumento que amaba.

¿Qué? ¿Si Poppy estaba en el palacio también? Por supuesto, y era una de las que estaba mirando con tanto odio a Adiele, quien estaba distraída observando a Dan y Evangeline.

EVANGELINE BROWN.

Dejo de bailar, estoy sin aliento. Mi pecho sube y baja de manera acelerada, me estoy riendo porque he pisado a Dan un par de veces y promete devolvérmelo. Supuestamente, me tomara desprevenida y me dará un pisotón que me hará ver las estrellas.

No sé si lo dijo con doble intención ni tampoco lo entendí a la primera pero estaba decidido a hacerlo cuando menos me lo espere.

Voy a la mesa de bocados porque me ha dado hambre. La mayoría son bocadillos porque ya hemos cenado.

—Jamás vi a una novia llorar incluso en una especie de boda falsa.

La voz que tengo detrás no es la de Dan, ya que se ha quedado charlando con unos amigos mientras yo iba en busca de algo que comer.

Me doy la vuelta para ver quién me ha dicho eso y me encuentro con un sujeto alto, cabellera negra y ojos del mismo color que me observan con curiosidad.

Toma una servilleta de tela que toma de la mesa de bocados, la humedece con la punta de la lengua sin dejar de observarme y se me acerca para limpiar mis mejillas.

Me quedo inmóvil porque no lo conozco y porque no he tenido el valor de decirle que no lo haga. Me ha dejado atónita.

Tiene un piercing en el labio inferior y un tatuaje se asoma en su cuello y se pierde debajo de su traje descuidado y mal acomodado.

—Tienes el rostro manchado con rímel, mira—me muestra la servilleta y esta ha quedado negra en el sector que ha humedecido—. Aquel que no te lo haya dicho no creo que sea buena persona.

Mira en dirección a Dan y entiendo la indirecta.

—¿Disculpa? —logro hablar, algo nerviosa.

—Cuídate, Evangeline.

Se fue a paso tranquilo. Me lo quedé viendo porque aquí son todos extraños y se comportan como si quisieran cuidarme y a la vez matarme.

Voy hacia el tocador de damas y tras abrir la puerta, me encuentro con varias chicas vestidas de novia riéndose y hablando animadamente de cosas que no presto atención.

Las voces se van haciendo débiles en cuanto me dirijo hacia el espejo para ver qué tan manchado está mi rostro.

—Cariño, el maquillaje de calidad no te mancha la cara ¿es que no lo sabes? —me dice una de las chicas y su grupo de amigas se echa a reír.

—Ella no es de aquí, Máxima—le responde su amiga—. Es de Calipoponia.

—California—corrijo débilmente mientras intento quitar el resto de rímel negro de mi cara.

—Calipoponia suena mejor.

De nuevo sus risas estallan y lo único que deseo es que aquel manchón negro que hay debajo de mis ojos se vaya de una vez. Pero siento que lo estoy empeorando.

—Toma, cariño—la tal Maxima se acerca a mí y me da un frasco pequeño sin etiqueta—. Ponle esto al papel de baño y pásatelo por los ojos.

—¿Qué es? —lo miro con desconfianza.

Maxima enarca una ceja y el resto me mira como si fuese un ridícula.

—Es desmaquillante—responde con un tono de voz irritante—. El agua no hace nada.

Lo tomo al ver que no tengo otra opción.

Las chicas se van del baño una vez que terminan de retocarse el maquillaje.

Una vez sola, vuelco varias gotitas en el papel y empiezo a pasármelo por la comisura de los ojos.

Lo huelo y empiezo a tocer al ver que es fuerte. Pero eso no es lo peor, sino que cuando me doy cuenta que lo que me han dado no es desmaquillante es demasiado tarde.

Mierda, mierda. Esto pica demasiado la piel, los ojos empiezan a arderme de una manera insoportable. Empiezo a mojarme la cara con agua e incluso la meto debajo del grifo al notar que esto no para. 

Me cuesta respirar y la desesperación me invade.

—¡¡Dios!! —grito al ver que no puedo abrir los ojos del todo y mi vista se nubla—¡¡Hijas de..!!

Gas pimienta.

Me han dado gas pimienta.

En las sabanas de un TelescoWhere stories live. Discover now