Capítulo 32

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CAPÍTULO 32

EVANGELINE BROWN.

AÑOS ATRÁS...

Nadie me advirtió que enamorarme de él podría llevarme por un camino tan oscuro y tortuoso. Si tan solo hubiera escuchado la voz de mi intuición, quizás no estaría ahora postrada en esta cama de hospital, con mis padres rezando por mi recuperación.

Todo comenzó con pequeños cambios en mi rutina. De comer poco pasé a comer prácticamente nada. Mis pensamientos se consumían con la necesidad de mantenerme delgada, de ser perfecta a sus ojos. Cada bocado que me atrevía a dar estaba cargado de culpa, sabiendo que después me arrepentiría y me inundaría la angustia al irme a dormir.

Mentí a mis padres, les dije que estaba bien, que era una chica sana porque lo demostraba constantemente. Me aferré a esa máscara de normalidad para ocultar el infierno que me consumía por dentro.

Pero la realidad de mis acciones se reveló de la forma más devastadora.

Ese día, mientras entrenaba con las porristas, mi cuerpo cedió bajo el peso de mis secretos y desafíos emocionales. El mundo a mi alrededor se convirtió en una ráfaga de movimiento confuso. Mis piernas temblaron, mis sentidos se nublaron y, de repente, me vi cayendo desde una de las torres más altas que habíamos logrado construir.

El estruendo de mi caída resonó en mis oídos, mientras la realidad se desdibujaba entre el dolor y la confusión. Sentí cómo el impacto sacudía cada fibra de mi ser. Ahí estaba, tumbada en el suelo, consciente de que había llegado al fondo, tanto literal como metafóricamente.

En ese momento, todas las mentiras, las restricciones alimentarias y la búsqueda incansable de perfección se desvanecieron. Mi cuerpo estaba débil, mi espíritu quebrantado. Las lágrimas brotaron de mis ojos, liberando la angustia y el arrepentimiento que había guardado en lo más profundo de mi ser.

Mis padres llegaron corriendo, el pánico pintado en sus rostros. Sus ojos reflejaban el amor y la preocupación que siempre me habían brindado. Sus rezos se elevaban en el aire, un clamor desesperado por mi salud y bienestar.

Gracias a Dios estaban observando a su hija triunfar como capitana del equipo de porristas, con su falda a la medida, su cintura pequeña y cabello oscuro largo pero con el estomago rogando algo de comida de verdad.

En ese instante, comprendí el precio que había pagado por no escuchar mi voz interior, por permitir que el amor distorsionara mi percepción de mí misma.

Todo comenzó cuando vi que el chico que me tenia locamente enamorada miraba a chicas que eran todo lo contrario a mí en los pasillos de la escuela.

Chicas con cuerpos perfectos, sonrisas deslumbrantes y una confianza radiante.

Esa imagen, como una daga afilada, se clavó en mi pecho, desencadenando una tormenta de inseguridades y dudas. Me preguntaba qué tenía de malo, por qué no era suficiente para él. En mi mente, su preferencia por esas chicas se convirtió en un reflejo de mi propia falta de valía, una confirmación dolorosa de que nunca podría alcanzar su ideal de belleza.

Fue entonces cuando comenzó mi caída en picada. Me adentré en una espiral de autocrítica despiadada y autodesprecio. Cada mirada al espejo se volvió una evaluación cruel de mis imperfecciones. Cada comparación con esas chicas se convirtió en una herida profunda en mi autoestima.

Por supuesto que tampoco podía evitar hacer oídos sordos o vista ciega porque iba con él todos los días a la escuela. Coincidiamos en todas las clases, su grupo de amigos eran los mios y también tenia la gentileza de refregarme en la cara como constantemente coqueteaba con mis amigas.

En las sabanas de un TelescoWhere stories live. Discover now