Capítulo 10

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CAPÍTULO 10

La primera cena del día uno en el palacio. Toda una novedad para mí y para otros, algo que les causaba emoción excitación estar alrededor de otros chicos de su edad.

No era una fiesta de bienvenida, esa se daría en tres horas en la medianoche y más que una fiesta era para presentar a los jóvenes y las muchachas en sociedad.

Deberíamos descender por las escaleras con largos vestidos mientras el resto tendría que contemplarnos, analizarnos y observar cada rasgo para ver si éramos atractivos y era lo que buscábamos. Sería una horrible experiencia porque es como si te estuvieran vendiendo al mejor postor.

Langostas, sushi, ensaladas, carne asada con cortes que se desarmaban y pollos enteros listos para cortar. Vino del caro, nada de sodas y jugo dietético. La mesa se extendía y creo que tenía unos doce metros.

Estaba segura de que la comida y la decoración de aquel salón era más costosa que mi casa en California.

Rubi, la estelista me recomendó que escogiera un vestido de tono ciruela para la primera cena del año. Era suelto, llegaba hasta los talones y escotado. Una cinta añadida en el vestido rodeaba mi cuello.

Se ocupó de peinarme y no usó laca porque luego tendría que hacerme otro peinado para la presentación de medianoche.

—¿Vas a seguir haciéndome la vida imposible o prefieres amanecer muerta mañana en una de las piscinas del palacio? —la voz de Adíele me sobresalta mientras todos entramos con tranquilidad al salón donde se dará la cena.

Tiene el cabello pelirrojo recogido en una cola alta, sobresaltando sus pómulos y sus pecas salpicadas como acuarela en el rostro.

Lleva un vestido negro que palidece su piel y unos zapatos de infarto.

No le respondo, sigo caminando. Si le doy palabra no me la quitaré más de encima y no creo que quiera darse por vencida conmigo.

—No sólo tienes una habitación al lado de un chico Telesco, sino, que tienes una fortuna que a todos nos hace postulantes inservibles—continúa hablando en un tono de voz que yo solo puedo oír. La muy cínica mantiene una agradable sonrisa mientras me escupe su veneno—¿Te mandó alguien de la alcaldía a recordarnos que no podemos aspirar más de lo que ellos tienen?

Me freno en seco al oírla.

—¿Puedes dejarme en paz o tengo que llamar a seguridad para que pares con tu cinismo? —escruto, con la paciencia explotada.

Ella me observa detenidamente y suelta la respiración como si yo fuera la que la frustrara.

—Después de todo si apareces muerta todas las chicas de aquí tendrán las manos manchadas con tu sangre. Que disfrutes la velada, princesa.

Pongo los ojos en blanco mientras sigo caminando hacia la enorme mesa y tomo asiento junto a Rachel, la cual me sonríe tras ver que no me daré vencida con ella y que realmente deseo caerle bien.

—Así que Brown tiene una fortuna billonaria, ha caído en el pueblo como si nada y ahora está en boca de todos—analiza con una sonrisa pícara—. Eres famosa, Brown.

—Me van a comer viva.

—Sí, y en esto lamentablemente estarás sola.

—¿Eh?

—Las chicas me advirtieron que si me veían contigo también las pagaría, por lo que también estoy contra la espada y la pared. Me dieron la oportunidad de hablarte por ultima vez para explicarte por qué me estoy alejando.

Me quedo muda. Con que a Rachel la han amenazado para que se separe de mí y ella está dudando si hacerlo o no, sino no me daría esta explicación.

—Me tienen miedo—concluyo tras pensarlo—. Me tienen miedo, Rachel—repito, más segura—y piden que te alejes de mí porque no saben cómo lidiar la situación.

Rachel frunce el ceño.

—Creen que si estoy sola me voy a deteriorar, pero no quiero que les des el gusto de alejarte de mí. Ni toda su fortuna junta llega a la nuestra—tomo su mano, nerviosa, esperando que no me deje.

—No quiero que me pongan en la lista negra, Evangeline—me quita la mano para que deje de tomarla—. Tú no sabes lo jodido que es aquí y no puedes asegurarme que no termine ahogada en la piscina cómo ha ocurrido años anteriores.

Entonces si va a dejar de hablarme.

—Sé que esto no es personal y que solo temes por tu vida, pero si algún día quieres compartir un helado conmigo, aquí voy a estar.

Rachel tuerce el labio, está conmovida. Pero mis palabras no son suficientes para que se quede, por lo que se levanta de su silla y se va a sentar a otro sitio. Lo que más me llama la atención es que la otra chica que tenia a mi derecha también se ha levantado y se ha ido, por lo que tengo los dos lugares vacíos.

Creo que ha venido a procurar que Rachel se despidiera definitivamente de mí.

Un complot de chicas para aislarme. Genial.

En la cena mientras todos comen y charlan con su grupo de amigos, yo observo la vela encendida que tengo frente a mí y como esta se consume poco a poco.

Las dos sillas que tengo a mis lados se arrastran a la misma vez. Una de las sillas las ocupa Dan, el cual me sonríe al verme y a mi otro lado tengo a una chica que no había visto hasta el momento, tiene el cabello rojo fuego deslizado hacia el costado y unos labios del mismo color pronunciados que me sonríen al verme.

Tiene un vestido negro con un tajo a la altura de la pierna, unos zapatos del mismo color y unos preciosos ojos oscuros pero intimidantes. Es igual de alta que Dan y no sé por qué se me hacen que son iguales.

—Complot eh—me dice ella y me toma la cara para darme un beso en cada mejilla—. No en mi estadía aquí.

Me quedo inmóvil. No entiendo nada.

—Evangeline, ella es Darya la loca, o mejor dicho, mi hermana—me presenta Dan, el cual tiene el traje desabotonado y suelto y ha dejado caer un brazo sobre el respaldo de mi silla.

—Hola—le sonrío, con entusiasmo y ella parece tan calmada que me da envidia no poder estar en ese estado.

—Se corrió la voz que Adíele ha hecho que te pongan en la lista negra, eso quiere decir, que todas las chicas van a ignorarte y parte de los muchachos también—me cuenta Dan con tranquilidad—. Pero no pudo convencer a mi hermana de que te odie con toda su alma.

Darya finge una arcada cuando mete su dedo en la boca en signo de que Adíele le da asco.

—No me van las cosas de chiquillas malcriadas que no pueden aceptar que no tienen el control de todo—explica Darya mientras los meseros empiezan a servirnos la comida—. Por lo que a partir de ahora si quieres sentirte segura, empezaras a sentarte con nosotros.

—Será un placer—respiro, aliviada—. Agradezco lo que están haciendo por mí, es horrible que te excluyan.

—Nunca nos ha pasado—espeta Dan con sarcasmo.

Por supuesto que seguro no les ha ocurrido porque son los Telesco, todos hablan de ellos y quieren ser como ellos.

Levanto la vista y siento la mirada de Adíele sobre mi al otro lado de la mesa. Sus ojos están fijos en mí, en Dan y Darya y puedo llegar a jurar que lo que estaba planeando se le ha venido a bajo en cuanto ellos se sentaron junto a mí.

Incluyo Rachel, quien se ha sentado junto a ella, está observando la escena, pero con placer. Como si estuviera orgullosa de mí.

Dan levanta la copa de vino que le han servido en dirección a Adíele y se la lleva a los labios.

En las sabanas de un TelescoWhere stories live. Discover now