Capítulo 11

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CAPITULO 11

Llegar a la habitación de nuevo fue como un dolor de cabeza punzante, de esos que no se te van por más medicada que estés. Sin embargo, al entrar, me sorprendió encontrar todo impecable e incluso unas flores de bienvenida sobre mi cama, cortesía del Palacio de la Élite. La nota adjunta expresaba condolencias por la pérdida de mi madre y deseaba que mi estadía fuera placentera, instándome sutilmente a considerar la unión matrimonial con algún postulante.

<<Lo único en lo que piensan es que me case de una maldita vez>>, mascullé con amargura al dejar la nota sobre el colchón.

Alex ingresó a la habitación con mi maleta y la dejó junto a la cama mientras observaba el cielo desde la ventana.

—Otra vez lloverá. Qué desastre de clima —se lamentó al ver las nubes negras acercándose y tomó su móvil cuando este sonó en su bolsillo. Miró la pantalla—. Carajo.

—¿Qué ocurre? —pregunté, preocupada por su expresión.

—Los abogados de Carla Telesco quieren que me presente en el despacho para firmar los papeles de divorcio —respondió, guardando el móvil en su bolsillo—. Mañana seré un postulante más, tendré que vivir en la casa de mis padres cuando termine la temporada y ya no podré trabajar como guardaespaldas.

—¿Tu familia está pasando por dificultades económicas? —inquirí, tratando de entender su situación.

—No es eso —se sentó en el sofá esquinero de la habitación, frustrado—. Hacer cosas que no tengan nada que ver con estudiar idiomas, deportes y negocios familiares para que mi rango de postulante sea envidiable, te despeja la mente.

—¿Pero tu familia está tan mal para que te casaras obligadamente con un Telesco? —me acerqué a mi maleta y comencé a guardar mi ropa en las cómodas.

—Casarme con un Telesco salvó a mi familia, Evangeline. El apellido al que me apego está vinculado a los negocios de los helados más caros y ricos del mundo. Parece absurdo, pero éramos una marca muy reconocida mundialmente: Helados Fallow —explicó, revelando un aspecto sorprendente de su historia familiar.

Mis ojos se abrieron de par en par, incapaces de ocultar mi asombro.

—¡¿Tu familia creó los helados Fallow?! —exclamé, impresionada—. Son deliciosos, con un sabor tan único que una vez me enfermé por comer demasiado.

Una pequeña sonrisa se asomó en los labios de Alex ante mi reacción.

—Pero no pudimos competir con otra marca de helados, lo que llevó a que la empresa estuviera al borde de la quiebra. Sigue en ese intento de quiebra y es por eso que mi apellido es inestable y eso aleja a mis posibles esposas —añadió, con un atisbo de angustia en su voz—. Mis padres hacen todo lo posible para mantener el negocio familiar a flote, pero los apellidos que no tienen una fortuna estable...

Dejó la frase en el aire, y dejé de doblar mi ropa para mirarlo directamente.

—¿Qué pasaría contigo y con tu familia si llegaran a la quiebra, Alex? —pregunté, preocupada por la respuesta.

—Nos aplicarían la eutanasia para que nadie pueda heredar el apellido y para que nadie nos recuerde. Solo somos tres en la familia Fallow: mi padre, mi madre y yo. Acabarían con nosotros en cuestión de segundos —reveló con un tono sombrío, dejándome helada con sus palabras.

—¿Y si nos casamos? —la pregunta salió de mis labios antes de que pudiera pensarla dos veces.

Alex frunció el ceño y soltó una risa como si hubiera soltado un chiste.

En las sabanas de un TelescoWhere stories live. Discover now