Cap 1- Viktor.

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Era una calida mañana de primavera en la que las aves volaban alegres de sus nidos en busca de alimento para sus hambrientos polluelos mientras los gansos no dejaban de graznar en las cristalinas aguas del rio que cruza y llena de vida los verdes campos rusos a los que los labradores dedican sangre, sudor y lágrimas en busca del diario sustento. Si bien esta era una zona poco visitada por el resto de la población que se apiñaba en las grandes ciudades como Moscú, San Petersburgo o Perm. Era lo suficientemente próspera como para que los pocos habitantes tuvieran una vida relativamente cómoda o al menos podían decir que tenían lo mas indispensable. No obstante a veces la rutina podía ser un poco monótona ya que aparte de las salidas al mercado, al servicio religioso del domingo en la diminuta capilla ortodoxa, los días de campo y algún baile ocasional en el salón del ayuntamiento, no había mucho que hacer en el pequeño pueblo de Selkovo al norte del país no muy alejado de Moscú. Aun asi esa mañana un alegre omega de 20 años con cabellos largos y plateados que se movían al son del viento primaveral caminaba de prisa por un estrecho sendero que cruzaba por los hermosos campos de verde trigo llevando a cuestas una gran cesta llena de deliciosas galletas recién horneadas ya que en el pueblo sus fieles compradores esperan para degustar aquellas delicatessen que han dado fama a la familia Feltsman.
Su prisa valió la pena ya que apenas terminó de instalarse se vio rodeado de una multitud que ansiaba degustar aquellas llamativas galletas de mantequilla, de nuez y de varios sabores más. En unos minutos la cesta había quedado vacía salvo por un pequeño paquete cuidadosamente envuelto el cual el chico tomó y se dirigió a una tienda de telas.

--Buenos días.-- saludó.

--Buenos días, pasa por favor.-- respondió una anciana que se encontraba sentaba en una silla mecedora detrás de un viejo y no muy limpio mostrador.

--Buen dia señora Morozova.-- el chico se inclinó respetuosamente ante la anciana.-- le he traído galletas.-- dijo mientras le extendía el paquete.

--Muchas gracias pero no debiste molestarte.--

--No es ningúna molestia.-- insistió el omega.

--Sé que tu madre las cuenta cuidadosamente antes de enviarte a venderlas, eso significa que notará la falta de dinero.--

--Le pedí que me diera un paquete para mi, asi pensará que las he consumido.--

--Entonces muchas gracias, pero me sigue apenando que renuncies a ellas.-- respondió la anciana abriendo el paquete de donde tomó una aromática galleta de mantequilla.

El chico sonrió calidamente para enseguida comenzar a husmear por la tienda.-- Veo que le ha llegado nueva mercancía.-- dijo mientras tomaba una delicada y fina tela de discreto color salmón.

--Mi hijo fue a Moscú la semana pasada y aprovechó para traer algunas novedades.--

--¡Moscú!, ojalá algún día pueda ir.-- dijo el chico con tristeza.

--Irás ya lo verás, aunque te diré que ni aún esa ciudad con sus plazas y edificios es comparable con la belleza de nuestros campos, aquí el aire es puro y se respira paz a donde quiera que vas.--

--Excepto en la casa del molinero.-- dijo conteniendo la risa ya que por todos era sabido que la señora de la casa amaba el antiguo arte del chismorreo.

--Es cierto, ahí hay todo menos paz.-- contestó la anciana riendo jovialmente.

--Es mejor que me vaya, mamá se molestará si tardo en regresar.-- dijo mientras dejaba la tela que veía sobre una mesa.

--¡Espera!, llevatela-- dijo la dama.

--¿Llevarme la tela?, ¡oh no, es demasiado costosa!.--

--No importa, siempre has sido tan dulce conmigo que quiero obsequiartela.--

Mi dulce omegaWhere stories live. Discover now