Cap 19- Otra visita inesperada.

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Yuuri no comprendía lo que había pasado ya que Viktor acababa de mostrar una faceta por completo diferente respecto a la noche anterior, su frialdad fue tan evidente cosa que le sorprendía al recordar la calidez con la que se acercó a él apenas unas horas antes, ¿que había pasado? ¿por qué después de dejar entrever su amor decidió alejarlo con tal dureza? ¿por qué esa actitud tan contradictoria?. El nipón simplemente no tenía respuesta ante esas preguntas que le atormentaban, asi cuando regresó a su hogar se encerró en su despacho, no quería ver a nadie, necesitaba estar solo para ver si así lograba entender lo ocurrido aunque esto parecía difícil.

Viktor cuando Yuuri se marchó se dejó caer en un sillón, las fuerzas lo habían abandonado y en cambio un terrible sentimiento de soledad y dolor lo embargó. Vio sobre una mesita el ramo de rosas y de sus ojos volvieron a brotar minúsculas lágrimas transparentes y frescas que corrieron por sus blancas mejillas-- Yuuri...si tan sólo estuviera seguro de que me amas igual que yo pero no puedo estarlo, ¿cómo pudiste permanecer impasible mientras tu familia me humillaba? eso no es amar de verdad.-- enseguida se llevó las manos al rostro mientras sollozaba discretamente.

Casi una hora después Madame Filippovna regresó a su hogar llevándose la sorpresa de saber que Yuuri Katsuki había estado ahí.-- Viktor querido, ¿es verdad que el señor Katsuki estuvo aquí.-- preguntó al entrar a la sala donde el ruso permanecía en silencio.

--Se acaba de ir Madame.-- respondió ocultando su pesar.

La anciana fijó la vista en el ramo de rosas sobre la mesa.-- Será mejor ponerlas en agua antes de que se marchiten.-- sugirió mientras las tomaba.

--Gracias Madame.-- Viktor aunque era amable dejaba ver su anhelo de soledad.

La anciana justo cuando estaba a punto de salir se dio la media vuelta para ver directo al omega.--¿Está todo bien?.-- insistió.

--Todo está bien Madame, no se preocupe.--

La anciana no creyó en tales palabras pero prefirió dejarlo solo, quizás en ese momento era lo que más necesitaba. El ruso después de pensarlo un poco decidió ir a su recámara donde cambió su ropa por una más adecuada para salir, necesitaba aire fresco ya que su cabeza se sentía pesada y creyó que ver la ciudad le ayudaría.

--¿Vas a salir?.-- le preguntó la anciana que cortaba las hojas secas de sus rosales en el jardín.

--Saldré a caminar un rato.--

--Puedes decirle al cochero que te lleve a donde quieras.--

--Gracias Madame pero prefiero caminar, el día es muy agradable como para despreciarlo.--

--Bien como quieras, sólo asegúrate de volver a casa antes de la hora de la cena.--

--Asi lo haré.--

Viktor sin más tardanza salió de la casa sin un rumbo fijo, deseaba ir a un lugar tranquilo así que después de vagabundear por un par de calles en cuanto vio un gran jardín supo que era el lugar adecuado para su agitado estado de ánimo. El lugar era grande y dada la hora del día también bastante solitario, únicamente un par de ancianos que se entretenían en dar de comer a las palomas ocupaban una de las cómodas bancas de madera a orillas de un colorido camino de ladrillos, se sentó bajo una magnolia y sacó de su chaqueta un minúsculo libro de bolsillo, después de un par de minutos se dio cuenta de que en realidad no recordaba nada de lo recién leído asi que mejor regresó el libro a su sitio, enseguida levantó la vista al cielo donde un lejano cúmulo de nubes grises anunciaban la proximidad de la lluvia. Suspiró con pesadez y se levantó pensando en que era inútil tratar de distraerse, el recuerdo de Yuuri estaba fijo en él asi como un sentimiento de culpa por el frio trato que le dio esa mañana cuando el nipón se presentó en casa de la señora Filippovna.

Mi dulce omegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora