Cap 42- El calor de una familia.

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La estación de Selkovo se encontraba plena de vida pese al terrible frio que azotaba a la región esa mañana de mediados de diciembre en tanto que un delicioso aroma a vino caliente con especias inundaba el andén donde los viajeros se movían presurosos bajando o subiendo mercancía al tren que recién había llegado y que pronto partiría nuevamente para seguir su camino. Entre esos pasajeros un alfa vestido con un elegante abrigo negro buscaba con la vista el carruaje que debía estar esperando afuera de la estación, tomado de su brazo un omega ataviado con un finísimo abrigo verde oscuro saludaba a los numerosos conocidos con los que se encontraba y que a su vez lo veían con curiosidad y asombro.

--Ese chófer debería de estar aquí desde hace rato.-- se quejó Yuuri.

--Quizás creyó que llegaríamos en el tren de la tarde.-- sugirió Viktor.

--Es posible, en ese caso será mejor tomar un coche de alquiler hasta la hacienda.--Yuuri reanudó la marcha pero se detuvo al notar como Viktor veía con insistencia hacia una vitrina donde llamativos pastelitos llamaban a la gula.--¿Quieres algo de ahí?-- preguntó.

--Si me gustaría.--el ruso sin más tardanza se separó de su prometido y se acercó a la vitrina.

--Buenos días señor, ¿gusta algo?-- preguntó un omega de cara redonda y mejillas rojas.

--Quiero dos de esos pastelitos.--señaló dejando ver su rostro semioculto por un abrigador ushanka* de piel de castor que llevaba a juego con un par de guantes.

--¡Pero eres tú!-- exclamó el chico con asombro.

Viktor conocía al omega aunque nunca tuvo demasiada amistad con él.--Hola Vasili, es un placer verte.--dijo con cortesía.

--¡Vaya, casi no te reconozco con esa ropa, pareces todo un gran señor de ciudad!--

Viktor sintió un poco de incomodidad ante el comentario pero decidió ignorarlo.--Estos pastelitos se ven deliciosos.--Dijo cambiando de tema cosa que resultó inútil.

--Estoy seguro de que ni aun los presumidos de los hijos del alcalde podrían comprar esas botas, ¿cuanto te costaron?-- preguntó al ver las magníficas y costosas botas que Viktor calzaba hechas a la medida por el mejor zapatero de Moscú.

--Vasili, deja de importunar a Viktor.-- intervino una chica de 18 años al ver su incomodidad por la insistencia de su hermano.

--¿Cuanto es de los pastelitos?-- preguntó el omega impaciente por alejarse.

--Diez rublos.--contestó la chica.

El ruso sacó de su abrigo un gracioso monedero donde buscó un par de monedas entre los abundantes billetes, en realidad era la primera vez que portaba una cantidad semejante sólo para gastarla en golosinas e incluso en artículos superfluos, pues como era de esperarse Yuuri que era en extremo atento con su omega y le había fijado una generosa mesada semanal para sus gastos personales.--Gracias, ha sido un placer verlos.-- añadió antes de despedirse.

--¿Son amigos tuyos?-- preguntó el japonés en cuanto Viktor regresó a su lado.

--Conocidos, son nietos de la señora Morozova.--

--Entiendo, ¿viste cómo se quedaron sorprendidos?--

--Sí lo noté.-- Viktor se aferró al brazo de su novio un poco cohibido por las insistentes miradas de los pueblerinos aunque reconocía que aquello era de esperarse dado su nuevo aspecto de aristócrata.

--Salgamos a buscar un coche de alquiler, es por demás esperar a que vengan por nosotros.-- indicó el alfa.

Salieron de la estación y se detuvieron en plena calle, sólo que por desgracia tampoco había ningún vehículo disponible.--Creo que no nos quedará otra opción más que caminar hasta la hacienda.-- dijo el omega preocupado al pensar en que quizás sus magníficas botas se arruinarían al andar entre la nieve.

Mi dulce omegaWhere stories live. Discover now