01 • Treason

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[...] Ella me tiraba del pelo, mientras que con la mano izquierda me daba fuertes palmadas en las caderas. Mi torso se arqueó, mientras mi cuello quedaba a su merced. Mi piel ya estaba completamente marcada por sus dedos.

Eso le encantaba. Siempre admiraba lo tan suya que llegaba a ser en esos momentos.

— ¡Muévete, nena! — Otro golpe en mis nalgas, su gruñido erizándome la piel, si era posible, por la tercera vez consecutiva.  — Muévelo así como me gusta, zorrita. — sus dedos enredándose aún más en mis rizados mechones castaños.

En cuanto la mujer lo ordenó, la obedecí sin ceremonias. Con ella sentada en el sofá, mi intimidad se frotaba contra su muslo, muy lentamente, cubriéndola con mis fluidos de la manera que quería. Ella, a su vez, susurrándome palabras sucias al oído. Su boca deslizándose por mi lóbulo, chupándolo y volviéndome aún más loca.

— Joder... ¿Ya te estás corriendo, Karla? — jadea, apretando sus cortas uñas contra mi piel mientras gimo perezosamente. — Mírame, Camila. — aun sujetándome del pelo, prácticamente me obligó a mirarla a los ojos. — Mírame mientras te vienes contra mis muslos, nena. — Vuelvo a gemir, con el labio inferior atrapado entre los dientes, haciendo todo lo posible por no cerrar los ojos, mientras esa fuerte sensación en mi vientre prácticamente me consumía mientras ella me apretaba. — Grítalo, zorra. ¿No es así como te gusta, hm? — En retribución, recibo otra palmada en las nalgas. Esta vez más fuerte, seguida de un apretón que estoy segura de que dejaría una marca para el día siguiente. Una marca que, por milésima vez en la semana, tendría que ocultárselo a toda costa a Shawn. [...]

Todo empezó por un error y una desconfianza por mi parte. De hecho, nunca pensé que el engaño fuera la mejor alternativa. Sin embargo, para mí, lo fue.

Llegó en el peor momento de mi matrimonio. En el momento en que más lo necesitaba. Mi engaño se presentó en un coche descapotable, negro, ropa cara y refinada, con una sonrisa codiciosa en los labios, como si ya supiera el daño que estaba a punto de hacer en mi vida. Vino a apoderarse de mí por completo y a cambiar todo lo que había planeado durante años. Vino como la amante de mi esposo.

Camila Cabello P.O.V.

Estados Unidos de América, Miami, 6:45 p.m.

Toda mujer tiene el instinto de saber cuándo está siendo traicionada. Lo siente y lo percibe a través de minuciosos detalles cuando mejor observa a su pareja. Ya sea por un perfume diferente en su traje de trabajo o por la forma en que tartamudea cuando le preguntas dónde estaba.

Y yo tenía mis apuestas.

Al principio, todo nos parece imperceptible. Como mucho, una vez a la semana. Después de que ganan confianza, hacen tres, cuatro... Hasta que se establezcan los cinco días a la semana.

Las excusas cambiaban según el mes; en este, por ejemplo, era de que la empresa envió cientos de informes y que, para no sobrecargarse, se quedaría hasta tarde en el trabajo.

Shawn Mendes, a sus 38 años, era un excelente contador estadounidense. Le disputaban varias empresas y utilizaba esta estadística para convencerme con un discurso barato de que siempre estaba trabajando para obtener más beneficios y conquistar el ansiado sueño de tener una casa propia. De siete a once de la noche. Todos los días. Curiosamente, desde hace cuatro meses.

Pero da la casualidad de que estaba desempleada, así que lo único que tenía para hacer era precisamente lavar, limpiar y dejar las cosas bien organizadas en casa. Incluida su ropa de trabajo, que siempre estaba manchada por un pintalabios rojo sangre en el cuello. O también puedo mencionar el perfume femenino, que impregnaba por completo su traje social.

La Amante de mi Esposo (ℭ𝔞𝔪𝔯𝔢𝔫) - TraducciónWhere stories live. Discover now