05 • Camila Mendes

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Lauren Jauregui P.O.V.

Trabajas, pagas tus facturas, pasas treinta y seis años de tu vida siendo una buena persona según la ley, solo para que en un instante llegue una mujer y te diga que eres todo al revés.

Esa era mi situación.

Las personas inteligentes no compran peleas baratas. Y hasta entonces yo era una de ellas, pero todo cambió en cuanto me encontré en una discusión con una mujer latina, de caderas anchas y redondas, boca carnosa, ojos marrones del mismo color que su pelo rizado.

— Buenos días, chicas. — saludé a algunas de mis funcionarias en la recepción. Pobres chicas, volvieron a sus puestos como si yo fuera tan tonta como para no saber lo que hacían. Como para no saber lo que salía de sus bocas.

Aun así, me recompensaron con sonrisas contenidas y los mejores "buenos días" que cada una podría darme.

— Los balances ya están sobre su mesa, señora. — me avisó mi secretaria, la señorita Lovato, muy profesional y buena en lo que hacía. — Ya enseguida el sector enviará también los cálculos del Ratio y el proyecto de crecimiento del 20% para el año que viene. — Asentí con la cabeza, analizando a los demás funcionarios mientras me dirijo a mi sala principal.

— ¿Encontraste a la modelo, Lauren? — me preguntó a mitad de camino Alexa, una de las socias de la empresa y actual responsable por el sector de fotografía.

— Estoy en ello.

— Mi prima Rosalía sigue disponible, ¿te acuerdas de ella? — le brillaron los ojos, esperando que mi respuesta cambiara, pero en el fondo también sabía que no, ya que llevábamos jugando a este jueguecito a dos meses o algo así. — ¿No quieres echar otro vistazo a las fotos de...

— Permiso, Ferrer. — Pasé junto a la morena, que me abrió espacio haciéndose a un lado.

— ¡Entonces tenemos que hablar de ello! El inversor está esperando esa modelo hac-

— Yo me encargo de ello. Conozco mis obligaciones. — Respondí mirándola a los ojos, a lo que asintió con la cabeza, de esa manera que sabía que yo odiaba, porque siempre implicaba que tenía razón en la situación y que callaba por educación o respeto hacia mí. — Gracias.

Una modelo latina, era justo lo que necesitábamos. Y yo apostaba por una sola mujer que en este mismo momento me tenía bloqueado en todos los medios de comunicación posibles sobre la faz de la tierra.

— ¡Llegas tarde! — me recordó mi gran asistente de trabajo, Verónica Iglesias, en cuanto abrí la puerta y puse mi bolso encima del sillón de cuero de nuestros clientes.

— ¿Qué haces aquí? — salgo de mi burbuja, entrecerrando las cejas. — ¿Pasó algo? — La señorita Grande, mi funcionaria, también estaba presente en la sala, y normalmente solo estaban juntas en este entorno en particular, para darme las buenas noticias. O mejor dicho: las malas noticias.

— Particularmente estoy acabada. Las salidas consecutivas de sábado y domingo me mataron. — se desahogó, restregándose los ojos. — Pero quieres saber sobre las negociaciones con la Industria Textil brasileña, ¿no?

— ¿Y entonces? — Miré alrededor, y una serie de papeles que ya estaban en mi escritorio, listos para ser revisados y autorizados en caso de que el proyecto contribuyera efectivamente al crecimiento de la agencia. Los lunes por aquí solían ser laboriosos e inestables.

— Todo se encamina hacia un acuerdo. Nos dijeron que los vestuarios ya están preparados y que también se está negociando el evento en el que tendrá lugar el desfile.

La Amante de mi Esposo (ℭ𝔞𝔪𝔯𝔢𝔫) - TraducciónWhere stories live. Discover now