10 • Bets and Surprises

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Lunes, ocho horas de la mañana, el día estaba apacible en el centro de Miami: cielo azul, sin tráfico y por más que fuera el comienzo de la semana, la gente caminaba con una sonrisa en la cara, saludándose con unos "Buenos días". En la Agencia Jauregui, el jazz resonaba de fondo en el estudio mientras Becky, Lucy y Keana confraternizaban mientras desayunaban.

En el mismo lugar teníamos a Camila que, a su vez, estaba más preocupada que un bandido huyendo de la policía nacional. Para ella, parecía que todos ya estaban enterados de lo que había pasado el viernes, que todos la miraban con ambigüedad y lo que comentaban una en el oído de la otra, era justamente sobre eso.

Ahora estaba dentro del probador, respirando hondo y meditando antes de empezar su turno. Tenía tanto miedo de que, si no mantuviera la calma, la primera persona que le preguntara un simple "Camila, ¿quieres un vaso de agua?", fuera respondida con un "Sí, Lauren y yo nos acostamos el viernes".

Paciencia y mantener la calma: esos eran los secretos, según su amiga Allysson. Además, todo se complicó aún más desde el momento en que la cubana decidió no compartir los últimos acontecimientos con sus colegas. Ellas preguntaron por el pendiente perdido y hablaron mal de Lauren en el grupo, pero no tenían ni idea de que Camila no solo había conseguido rescatar el valioso pendiente, sino también una maravillosa noche de placer recíproco con su jefa.

— Buenos días. — Alexa llegó y saludó a algunas funcionarias con un beso en la mejilla. — ¿Dónde está la modelo? — Becky señaló el probador. — Perfecto.

— ¿Por qué? ¿Hay algún problema, señora? — Keana, curiosa, preguntó.

— Nada, flor... — esbozó sarcasmo en su tono de voz, curvando una sonrisa. — ¡Solo que perdió un pendiente que vale 60 mil dólares!

Disimuladamente, Marie corrió hacia donde estaba Camila para darle las buenas nuevas.

— Camila. — Abrió la cortina de golpe y casi sorprendió a Karla semidesnuda en el probador.

— ¡Dios! ¿Qué pasó? — se estaba poniendo los tacones. Una mano en el pecho y la otra en la pared para equilibrarse.

— Alexa está pidiendo el pendie-

— ¡¿Qué?! — puso cara de que no había entendido nada, eso porque, incluso en los momentos desesperados, Keana sabía hablar en voz baja.

— ¡Alexa está pidiendo el pendiente! — Los ojos de Camila se desorbitaron. — Está que echa humo. ¡Pensé que lo habías encontrado!

— ¡Lo encontré! Pero... — La blusa. El pendiente se quedó en el bolsillo de la blusa sucia de champán, que no había encontrado en su armario. — Errr... — tragó en seco, terminando de ajustarse los zapatos de tacón. — No lo traje... — los ojos de la otra mujer se abrieron de par en par, su rostro se puso de un tono pálido, a punto de desmayarse. — Cálmate, cálmate. — Karla agitó las manos nerviosa. — Encontré el-

— ¡Tenemos que hacer algo! ¡Ella nos comerá vivas si no lo tenemos en manos hoy mismo!

— Me las arreglaré, ¿de acuerdo? — Camila seguía gesticulando con las manos, los ojos atentos, donde pasó el millón por Keana. — ¿Ya llegó la Sra. Jauregui? — recordó donde había dejado su blusa.

— Creo que sí. Suele llegar temprano los lunes. — Camila volvió a confirmar con la cabeza. — Yo distraeré a Alexa mientras tú intentas solucionar esto. — La latina asintió. — Ve rápido. Alexa Ferrer de mal humor no es una persona encantadora. No querrás conocerla.

La latina no esperó ni dos segundos. Salió como un cohete hacia la sala principal, pasando por Ariana, Lucy y otras funcionarias sin saludarlas.

Más adelante, divisó cerca del ascensor a una mujer vestida con un precioso traje negro hablando con Verónica Iglesias. La única y más elegante de todo el edificio hasta entonces.

La Amante de mi Esposo (ℭ𝔞𝔪𝔯𝔢𝔫) - TraducciónWhere stories live. Discover now