04 • (L) The Biggest Mistake

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Al llegar al piso de Dinah y Normani, lo primero que intentó hacer Camila fue darse una ducha y recuperarse de las "dosis débiles" de las bebidas. Considerada como de la familia, tomó prestada la toalla y la bata de Dinah para hacerlo.

Su cuerpo caliente sobre el agua fría al girar la llave. Sus pensamientos eran como un millón en su cabeza. Era como si la burbuja en la que se mantuvo durante tantos años por fin hubiera estallado.

Karla Camila aún podía sentir el calor de las miradas que le lanzaron mientras caminaba por medio de la pista. Hombres comprometidos siendo pellizcados por sus celosas esposas. Chicas bisexuales u homosexuales que se humedecían la boca mientras admiraban sus caderas. La sensación de verse atractiva para toda aquella gente dejó a la latina algo confusa. Su autoestima había llegado al límite, alcanzando cotas que ella no creía saludables. Pero le encantó la sensación, y le gustaría compartirla con una persona en particular:

— Lauren. — susurró, mientras que se pasaba el dedo índice por la marca roja del chupetón que tenía en el cuello. — Lauren Jauregui. — repitió, ahora con su apellido, ya que su cuerpo parecía darle señales cuando lo mencionaba.

Camila no sabía si era por necesidad que se había sentido tan bien en los brazos de una mujer. No sabía si sólo se sintió tan cómoda porque estaba borracha y necesitada. Muy necesitada. El hecho era que utilizaría ambas excusas a la mañana siguiente ante sus colegas, hasta entonces atónitas después de escuchar la historia.

"¿Quieres algo de pastilla para el dolor de cabeza, Chan?" — Dinah llamó sutilmente a la puerta del baño y preguntó, pues ya eran las tres de la madrugada y no quería recibir quejas del casero ni crear problemas con los vecinos.

— Estoy bien. Gracias... — respondió en el mismo tono.

"Nos vamos a la cama. Si necesitas algo, solo búscalo en la cocina, ¿vale?

— De acuerdo. ¡Gracias y buenas noches, Chee!

"¡Para ti también!". — y se fue, en la que Camila se puso rápidamente el albornoz, sin bragas ni sujetador.

Como no trajo cepillo de dientes, sólo hizo algunos enjuagues bucales y gárgaras con el Listerine de menta, además del hilo dental, por supuesto.

Después de higienizarse, empezó a caminar hacia la habitación de invitados, donde no entendía por qué aún podía oler el perfume de Lauren en su cuerpo incluso después de ducharse. El sabor de su aliento ligeramente cargado de bebida alcohólica. Sus dedos alrededor del pelo ondulado por el cepillado que había hecho por la mañana. El toque de su cintura contra sus caderas. La jodida manera en que la apretó cuando le dijo que tenía que irse.

Camila cerró con llave la puerta por primera vez desde que empezara a dormir en casa de las chicas. Su móvil estaba encima del buró, así que lo agarró. Antes, se tumbó en el colchón y se cubrió hasta la cintura.

Encendió el aparato y se queda mirándolo unos segundos antes de presionar en el apartado de números bloqueados. Solo que había olvidado que hace una semana también había borrado esa misma lista.

— Redes sociales — se recordó, donde reactivó rápidamente su cuenta de Instagram. Para su suerte, la solicitud de Lauren Jauregui seguía allí, y sin pensárselo dos veces, la cubana entró en el usuario, dispuesta a conocerla un poco más.

Lauren era una mujer activa en las redes, pues siempre estaba en las portadas de periódicos, revistas y blogs, al mismo tiempo que era una especie de ejemplo para las nuevas emprendedoras del mundo. ¿Y a quién hoy en día no le interesa reflejarse en mujeres poderosas e inteligentes? — se preguntó Camila. Además de rica, Lauren era también un bello producto para vender a la prensa. Y eso era genial, porque la enriquecía aún más.

La Amante de mi Esposo (ℭ𝔞𝔪𝔯𝔢𝔫) - TraducciónWhere stories live. Discover now