13 • Good and Hot Blackmail

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Camila Cabello

Cuando Alexa se marchó, aprovechó para llevarse consigo toda la poca confianza que tenía.

Los pensamientos ya no se centraban en su ex relación con Lauren, sino en preguntas como "¿Y si cometo un error y lo estropeo todo?". "No puedo caerme ni tropezar" — me dije a mí misma, mientras tomaba agua, como si eso me ayudaría a aliviar el ardor que se me estaba formando en la garganta y el pecho.

Al contrario de lo que esperaba, eso solo sirvió para que mi barriga se hinchara y, muy posiblemente, me dieran ganas de ir al baño a la hora del desfile.

El vestido largo, los tacones, el suelo. Necesitaba concentrarme. Necesitaba ayuda para olvidar las palabras de Alexa. Quizá si le llamo a Keana me sentiría más tranquila.

— Mila, te están llamando. Te toca desfilar. — Vero apareció de repente, por Dios, con el salto que di, casi desgarré el vestido al pisar en la cola.

Pisar en la cola. Señor...

— ¿Puedes acompañarme? — Con una tremenda falta de aire, afirmé ante la pregunta de Verónica, ya que no tenía otro sitio al que huir. — Aquí. — Me tendió un aparato que me hizo entrecerrar las cejas. — Un auricular. Un auricular inalámbrico. Me dijeron que te lo diera.

¿Auricular?

Pero en ese momento estaba tan anestesiada por la ansiedad, pero tan anestesiada, que lo agarré y me lo puse rápidamente en el oído derecho, sin saber siquiera quién me hablaría por el mismo.

A veces podría ser Alexa, a veces Keana. Creo.

En fin, el que intentara averiguar por qué me habían dado los auriculares me llevó unos minutos, los suficientes para que la responsable de RRHH me condujera hasta la pequeña sala que, hasta entonces, serviría de pasarela para mi desfile.

Nada más llegué a mi destino, me di cuenta de que la "pequeña sala" era en realidad un enorme espacio destinado a los desfiles de pasarela. Era tres veces mayor que la sala de Lauren. Y su sala era el doble de mi cocina más mi dormitorio.

Entrometida, incliné un poco la cabeza entre una de las dos paredes para husmear la decoración. Había una enorme pasarela, de altura mediana y para nada ancha en compensación. Las paredes negras, así como los asientos tapizados del mismo color, daban a la sala un aspecto intelectual y de negocios. Luces instaladas en el techo central, concretamente desde el principio hasta el final de la pasarela, siendo en este momento una de las pocas que iluminaban el espacio; daban encanto y destacaban el nombre y apellido de la mujer que la administraba. El suelo de la plataforma era de Led, iluminando los laterales, probablemente para resaltar aún más a la modelo que pisaría allí. Era el lugar más profesional y mejor decorado que había visto nunca.

El lugar era cientos de veces más grandioso y elaborado que aquella pasarela de medio pelo a la que la señora Clara Jauregui me había hecho dar vueltas durante horas y horas, que, a su vez, era más insignificante en relación con la longitud de la estructura y de una anchura complementariamente cómoda, donde creo que sería posible que tres modelos desfilaran una al lado de la otra en una sola vuelta, sin que se tocaran.

¿Lo habrán hecho a propósito? Me pregunto si no me habrán traído al escenario real para perjudicarme. Pienso, mientras sigo tragando cada pedacito de aquella enorme sala con gran disgusto.

Si una estructura ejemplar como esta ya era así de grande, me pregunto cómo de grandes serían las otras, las que realmente se construyeron solo para este tipo de eventos.

La Amante de mi Esposo (ℭ𝔞𝔪𝔯𝔢𝔫) - TraducciónWhere stories live. Discover now