Capítulo 14

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Rafaella.

Hoy llegamos de Rusia a altas horas de la madrugada y estoy verdaderamente agotada, no quiero ni levantarme de la cama, que por cierto no es mi cama es la de mis hijos los cuales hoy no irán a la escuela. Los miro dormir y algo se contrae en el centro de mi pecho, el amor que siento por ellos supera con creces todo lo incalculable.

No poder volver a conciliar el sueño me hace levantarme de la cama y bajar a entrenar Karate. Aprendí a hacerlo sola, requiere mucha concentración y enfoque, realizar movimientos coordinados y certeros.

Miro mi reloj y veo que me he pasado un poquito del tiempo que tenía previsto, sujeto mi tomatodo que esta medio lleno y subo corriendo hasta la primera planta. Atravieso el jardín e ingreso a la casa, terminando en la cocina, busco en los estantes mi taza favorita de color negro con detalles de estrellas, la coloco en el dispensador de café, esperando a que se llene.

Cuando está listo lo tomo entre las manos y lo acerco a mi nariz para deleitarme con el olor, que me embriaga al instante, respiro profundo repetidas veces. El café negro es una de mis mayores obsesiones, he llegado al extremo de tomarme 7 tazas en un solo día, sin importarme las consecuencias y mucho menos los paros cardiacos que me puede provocar tanta cafeína, aun así, si pudiera me lo inyecto a la vena.

Bebo sorbo por sorbo, hasta que un grito me hace brincar.

-¡¿Porque mierda te tomas el atrevimiento de gritar y hacer llorar a mi mujer?!-pongo todo de mi para controlarme y no lanzarle una olla en la cabeza.

Me giro para encarar al hombre que se ha atrevido a irrumpir en mi casa un día de semana y gritar.

-¿Te fue llorando con el chisme? Que poco profesional.-muestro desconcierto.

En el fondo me causa decepción que necesite que la defiendan.

-¡¿Por qué mierda la hiciste llorar?!

-¡Baja la voz que estas en mi casa! Respeta.

-¡Me importa una mierda! A mi mujer no la vuelves a gritar.-se acerca amenazante.

Lo empujo haciéndolo retroceder. A mí no me va a venir a querer maniatarme.

-Mira, Durant, a mí me importa una mierda que tu mujer llore, es una trabajadora más de mi empresa por ende tiene que hacer eso. Trabajar. No presentarme proyectos mediocres. Si no me sirve la desecho.

-No son las formas, Rafaella.

-¡No te estoy preguntando como debo manejar mi empresa!

-¡No te estoy aconsejando una puta mierda! ¡Trátala con tino!

-¡Ay, Fabrizio!, ya me arte de escucharte. Que pase mañana por mi oficina, que ya la estará esperando su carta de despido o que ella me presente su carta de renuncia a primera hora, la firmare de inmediato.

-No me amenaces...

Él sabe que su mujer ama su trabajo más que a su vida y le es leal a mi empresa incluso más que a su matrimonio.

-Que sea la última vez que vienes a mi casa a gritar porque yo no soy cualquier hija de puta a la que le alzas la voz. ¡Te puedes ir a la mierda tú y tu maldita defensoría de empleados!

-No vuelvas a meterte con Verónica.

Impacto la palma de mi mano contra la mesa, cansada del teatro que está montando.

-¡Dile a tu mujer que cumpla con su trabajo en lugar de perder el tiempo contándote lo que sucede en mi empresa! ¡Metete en tu trabajo y deja de joder!

DINASTÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora