Capítulo 46

17.2K 1K 120
                                    

Rafaella.

Despierto por instinto propio porque las cortinas de la habitación están cerradas y todo en el interior esta oscuro.

Creo que el hábito constante de levantarte temprano te hace tener un reloj automático en la cabeza que te alerta cuando ya es momento de abrir los ojos.

Me giro buscando a alguien que no está en la cama.

Mi ceño se frunce de manera automática.

-¿Máximo?-pregunto en dirección al baño pero no responde.-¿Amor?

Nada.

No hay respuesta.

¿Ya se abra levantado?

Me pongo en pie, tomo un abrigo negro que me da hasta más debajo de las rodillas y salgo de la habitación.

Voy al primer nivel del castillo y me dirijo hacia la puerta principal en busca de algún hombre de seguridad.

Veo a uno que está cerca a la fuente de agua que tiene un león en el centro.

-Buenos días, reina.-me saluda apenas me ve.

-¿Has visto a mi esposo?-pregunto.

-El rey se encuentra en la mansión de los señores Kuznetsov.

Asiento.

-¿A pasado algo?

-No se nos ha brindado ninguna información.

-Entiendo.

Me giro y encamino mis pasos hacia el castillo.

Subo a la habitación y busco mi teléfono.

Cuando lo encuentro le marco a Máximo pero no responde. El teléfono está apagado.

Hago lo mismo con Gregori pero nada.

Intento llamando a Renzo pero tampoco tiene encendido el maldito teléfono.

¡Carajo! ¿Para que tienen un móvil si no lo van a tener apagado?

Por mi mente se cruza el arrebato de ir a la casa de los abuelos pero no le prestó atención porque solo vamos cuando el pelinegro lo autoriza. No le gusta que veamos a su abuela cuando tiene crisis.

Aun así, un mal presentimiento se siembra en mi pecho.

Despejo mis pensamientos negativos y espabilo moviéndome a la habitación de mis hijos.

Los levanto dándoles besos en el rostro.

-¡Mamá!-refunfuña Bianca.-Estaba soñando con abejas blancas.

-Es momento de levantarse, abejita. Así que hazme el favor de ir a lavarte los dientes.

-¿No podemos dormir un ratito más?-intenta Damiano por su lado.

-No, cariño. Ya es hora de tomar desayuno.-le doy un beso en la nariz.

-Mmm...Esta bien, madre, tu ganas.

Sonrió y miro a Bianca que me levanta los pulgares indicándome que obedecerá.

Su hermano se va al baño pero la perezosa no se levanta de su cama.

La levanto acostándola sobre mi pecho y acaricio su cabello.

-¿Quieres seguir durmiendo, abejita dormilona de mi corazón?

-¿Crees que ya he dormido demasiado, mamita?

-Muchísimo, mi amor.

-Llévame cargada hasta el baño, mami.

DINASTÍAWhere stories live. Discover now