Capítulo 24

20.3K 1K 129
                                    

Rafaella.

Ayer no podía soportar verlo, me jode que me haya visto en ese estado, se supone que regresaría el domingo, para lo que iba a recomponerme desde el sábado, pero no, llegó de improviso y me vio hecha un desastre.

Detesto que me vean así de débil, aún peor, odio que el haya visto cuánto daño me puede hacer. Ni yo misma podía reconocerme cuando me miraba en el espejo, mi reflejo era otro, nada parecido a lo que soy, parecía que me había pasado un tren por encima. Cuando se negó a ponerme al teléfono a mis hijos, en un arrebato de furia le destruí su colección de whiskys, los agarre uno por uno y los comencé a lanzar contra la pared haciéndolos añicos, Elena salió corriendo a por ayuda y a la seguridad solo le faltó ponerme una camisa de fuerza, aun así ya había terminado con todas la mayoría de botellas, solo me quedaron dos que fueron las que me tomé, lo único que deje es mi vino blanco. Había que guardar consuelo y nada mejor que un vino para hacerlo.

Por la noche pensó que dormiríamos en la misma habitación, como lo habíamos hecho antes para guardar las apariencias frente a nuestros hijos, pero me cansé de soportarle las cagadas. Pase la noche en la habitación de al lado, trato de refutarme cuando tome mi almohada pero mejor cerró la boca porque juro que si decía algo, un diente roto sería el menor de los daños.

Ahora ha decidido que no va a ir a trabajar, se pasará todos los días en casa y como a mí la paciencia es lo que me está faltando, he salido de cada apenas amaneció, no puedo tenerlo tan cerca.

-¿Que opinan?-le pregunto a los hombres que tengo enfrente.

Ambos se encogen de hombros.

-No lo juzgo porque también lo haría.-contesta Thiago, para después chocar la palma de la mano con mi hermano.

Pendejos.

-Yo no sé ni para que los llamo a ustedes.-me indigno.-No piensan, par de tarados. Debí llamar a Francesco.

-Es el heredero a la corona de Inglaterra, fue educado para instituir la paz en su nación, te dirá lo que quieres escuchar.

-Es más sensato.

-Más pendejo.-me contradice Franco.

-Se supone que me ayudarían a aclarar mis pensamientos.

-Ah no, hermana, no somos psicólogos, somos empresarios.

-¿Entonces está bien que se haya llevado a mis hijos?

-Yo hasta ahora no entiendo por qué no fuiste por ellos, la mía stella.

-No le voy a armar un escándalo delante de los niños.

-Yo prefiero traumarlos a qué me los quiten pero...a mí no me los pueden quitar.-sonríe Thiago.

-Ella no tiene el poder que tienes tú.-le dice mi hermano como si fuese algo obvio.

-Eso es cierto y tu mujer tampoco.-parece que los he traído para que se restrieguen en la cara los alcances que tienen.

-Pero yo si tengo el poder para acabar al Kuznetsov. Si me sigue jodiendo, Rusia le quedará chiquito para esconderse.

-"El Kuznetsov"-reitera imitando mi voz.-Eso significa que de verdad estás enfadada.-dice mi hermano mientras me mira.

Asiento.

-Talvez nuestro matrimonio no está funcionado.-balbuceé insegura, levantando mi copa de vino.

-No es eso, amore, a veces los hombres somos pendejos.

-Yo no me case con un pendejo, se supone que me case con un hombre inteligente. Que no sepa gestionar sus emociones no es mi problema y que por no hablar las cosas nos quiera llevar a mis hijos y a mí entre las patas no se lo voy a permitir.

DINASTÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora