Capítulo 34

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Renzo.

Máximo vino hace unos días, no me levante para recibirlo porque no estoy en mi mejor momento. El accidente y los recuerdos del accidente de mi padre no me dejan pensar con claridad.

El dolor de la perdida no se aplaca con nada y el pensar que he podido contar con la misma suerte me vuelve a dejar en cenizas, unas que casi puedo tocar con los dedos, de esas que se palpan en el aire y que manchan tus manos si las tocas.

Me informó que se iba de vacaciones con su familia, a propósito de enmienda por la mierda que le hizo a la pequeña Riccardi. No me negué a que me abandonara y mucho menos le puse trabas, me gusta verla feliz y sé que para ella es importante respirar. Respirar de verdad.

Me levanto de la cama a cuestas, apoyo mi brazo lesionado en mi pecho cubierto al completo por vendas. Avanzando paso a paso.

-¿Qué haces, amor?-la voz dormilona de Rose, me hace consiente de mi realidad.

-Voy arriba.

-Vuelve a la cama, Renzo, no estás en condiciones para hacer alguna actividad.-se sienta sobre la cama.

Hago caso omiso a su indicación coherente y camino hasta mi centro de operaciones.

Tengo que revisar localización de Máximo, si veo que todo está como debe estar volveré a la cama en cuestión de minutos. Ayer no la revise la inquietud me ha abordado durante todo el día.

Me llevo una mano a las costillas haciendo presión, mientras subo las escaleras que me llevan a la última planta de mi casa.

Enciendo todos los monitores y espero a que carguen por completo las conexiones. Las pantallas se iluminan, coloco todas las claves de seguridad para tener acceso.

El detector empieza a buscar el rastreador y... No está. No hay ningún punto rojo en Bora Bora.

Tomo el móvil y le marco a Gregori.

Responde al segundo tono.

-¿Máximo iba a otro lado? ¿Dijo que apagaría su rastreador?-no saludo.

-¿Cómo que el rastreador está apagado? No entiendo.

«Mierda» No puede estar pasando esto.

-¡El rastreador está apagado!-el grito que suelto me hace vibrar la cabeza, me da vueltas y con las justas logro sostenerme de la mesa antes de perder el equilibrio.

-¡Voy para allá!

Carajo. Yo soy el único que tiene acceso a su localización. ¿Si le pasó algo desde ayer cuando no me levante a revisar su localización? La culpa me ataca internándose en mi pecho. «¿Por qué no lo revise?» ¡Cómo diablos he podido descuidarme tanto!

Muevo el táctil buscando los rastreadores de Rafaella y los de los mellizos pero es como si hubiesen desaparecido del mapa. No los ubico por ningún lado.

«Si algo le pasó ayer solo tuve una oportunidad para localizarlo y la he perdido»

Aprieto los dientes ejerciendo presión en mi mandíbula. Golpeo la mesa con la palma de mi mano y respingo la espalda cuando una punzada me atraviesa las costillas. «Tengo que irme» Desde aquí no podré hacer nada.

-¡¿Qué te pasa?! ¡¿Por qué estás tan descontrolado?! Levantaras a Brescia.

-Tengo que irme.-paso por su lado sin dar más explicaciones.

-¿Que dices, Renzo? ¿A dónde carajos vas a ir así y a esta hora? Es momento de descansar, además nuestra hija te extrañara mañana que despierte.

-Máximo ha desaparecido, no lo puedo encontrar.-me explico.-Dile que regresare pronto.

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