Capítulo 45

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Máximo.

A la mañana siguiente me levanto primero para bajar al primer piso a ver el regalo que he adquirido desde China solo para ella.

Mande a comprar un Chow Chow, como el que ella había tenido cuando era una niña.

Pude ver una foto de la tormenta con su mascota. Era un perro negro con una melena frondosa, que a medida que crecía se asemejaba considerablemente a un león.

Tomo al pequeño cachorro en mis manos y lo pego a mi pecho acariciándole la cabeza.

-Vamos a ver a tu dueña.-le hablo.

Subo las escaleras y empujo con mi hombro la puerta para ingresar a la habitación.

La pelinegra sigue plácidamente dormida por lo que aprovecho para colocar al perro sobre nuestra cama. Lo empujo para que se acerque hacia ella. El la observa con detenimiento y lentamente hace lo que quiero.

Con sus cortas patas avanza hacia ella. Estando a unos centímetros rosa su hocico contra la mejilla de mi mujer.

Ella se remueve pero no abre los ojos.

La acción de ella provoca que el perro ladre.

Abre los ojos asustada, pero no se mueve. Es como si estuviera esperando algún movimiento que la haga actuar.

El perro vuelve a ladrar y recién se sienta sobre nuestro colchón.

Yo estoy recostado en la puerta observando y memorizando todo. No quiero que se me escape ningún detalle.

No despega la mirada del perro.

Parece ser que estuviera en un sueño.

Su mirada va de mí a la mascota.

-Máximo.-me llama.-Hay un perro en mi cama.-su voz sale melancólica.

Se lleva la mano al pecho mientras lo detalla.

-Si.-reconozco.

-Se parece mucho a mi perro Horus.-sus ojos se llenan de lágrimas.

-Si. Son casi iguales.

Su mano tiembla cuando la suspende en el aire para tocarlo.

Él se le acerca con confianza, como si la conociera de toda la vida y supiese que en ella encontrara un verdadero refugio.

-¿Es tuyo?-me pregunta.

-No. Es tuyo.

Su labio inferior tiembla y se forma un puchero triste.

-Amor...

Levanta al perro y lo acurruja contra ella mientras llora desconsoladamente.

Lo mira sin creérselo.

-¿Eres mío?-le pregunta y el perro le ladra.-Sí. Eres mío.

Se pone de pie con él en brazos y corre a abrazarme.

-Gracias, por esto.-con una mano logra abrazarme con fuerza.-Horus era mi perrito.-habla contándome algo que yo ya sabía.-Él se murió porque ya era muy viejito, debido a eso no quise tener otro, me sentía muy mal.

-No tienes que agradecer nada, preciosa.

Se separa y me toma de la mano.

-Ven a la cama con nosotros.

Tira de mí hasta meterme en la cama. Me entrega al perro y corre a ponerse una camiseta.

Al momento que regresa, se acuesta y me lo quita colocándolo sobre su pecho y acariciándolo.

DINASTÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora