EXTRA: Una ragazza e un ragazzo

17.3K 841 44
                                    

EXTRA: Una ragazza e un ragazzo

Máximo.

Hoy Rafaella cumple ocho meses de embarazo y es el primer mes que disfruto de su embarazo avanzado desde que desperté. No he tenido tiempo de ponerme al corriente con todo lo que tengo que hacer, por el momento mi única prioridad es mantener a la pelinegra alimentada, estable y cuerda.

Cada día está más loca que una cabra, es una tormenta hecha mujer.

Ahora que no la dejo ir a trabajar, se la pasa gritando que la tengo secuestrada.

Nos mudamos hace algunos días porque el pent-house empezó a asfixiarla, por ello decidí regalarle una mansión, donde justo ahora nos encontramos viviendo.

-¡No puedo caminar!-grita enrojecida por la rabia.

Está sentada en el filo de nuestra cama.

-¿Quieres que te cargue?-propongo, aclarándole que no me daré por vencido con lo que ya le he dicho que haremos.

Me arrodillo para hablarle directo a la cara.

-¡¿He dicho que estoy coja?!-niego.-¡¿Crees que estoy coja?!

-No he dicho eso, preciosa...

-¿Es por mis pies?-sus ojos grises dejan caer un par de lágrimas.-Están muy gordos e hinchados, ¿Es por eso, verdad? Parecen tamales...

Solloza sin quitar la vista de sus pies.

La verdad es que los pies hinchados pueden ser producto del embarazo, pero me inclino más que es por las esas hamburguesas que se traga cada fin de semana.

-Tus pies están preciosos.

-Mentiroso.-respira hondo.

Besos su labios y uno su frente a la mía.

-¿Qué pasa?-pregunto cuando intuyó de qué va esto.

Guarda silencio pero al final termina hablando.

-Que no es cuando tú quieras.-susurra sobre mis labios.-Te pedí que me lo dijeras ayer y no quisiste.

-Ahora te lo voy a decir.

-Ahora no quiero.-sus orbes grises vuelven a humedecerse.-Además, me da miedo saber que serán...

De forma involuntaria llevo mi mano hacia su enorme abdomen, acariciándolo, como lo he hecho en interminables ocasiones.

Mi memoria viaja al día en el que llegó lo que nunca creí que necesitaría, pero estaban allí y me tomaron por sorpresa una noche cualquiera, cuando decidí persistir en mi toque sobre el abdomen de mi mujer y dedicarles largos minutos de charla, contándoles lo bella que se veía su madre embarazada y lo bien que le había asentado tenerlos de compañía. La palma de mi mano pico cuando percibió las patadas que soltaron. Llevaban siete meses creciendo silenciosamente, sin dar señales de algún tipo de movimiento, pero ahí estaban esos dos niños, pateando desmedidos y hasta con fuerza dándose a notar, impetuosos, dejando claro que se movían porque yo los estaba tocando.

Eligieron el momento perfecto para clavarse dentro de mi pecho, para aruñar dentro de mi corazón y perpetuarse dentro de mi alma, dejando claro que a partir de ese momento tenía otras prioridades, ya no solo éramos: Rafaella y yo. Ahora éramos cuatro. Ellos y nosotros.

Al sentir el contacto se me paralizo el cuerpo por completo, la punzada que atravesó mi columna vertebral me hizo ser consciente del hecho. Que mi mujer se removiera entre mis brazos me devolvió de golpe a la realidad, que parecía ser fantasiosa, irreal, aun así no despegue la mano del abdomen de la pelinegra.

DINASTÍAWhere stories live. Discover now