Capítulo 48 - Rey de Reyes

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Máximo.

Hoy toda la organización se ha conmemorado en el coliseo de luchas del Cirius, llamado también como "La gran arena", donde he dado pelea miles de veces.

Cada asistente está listo para el espectáculo que daré.

Fui a Estados Unidos por los dos hijos de perra que se encuentran cautivos en los calabozos subterráneos.

Los traje a Rusia para dejar claro que nadie toca a mi familia.

Nadie los pone en la mira.

Y mucho menos los ataca.

Los Kuznetsov Riccardi no somos un blanco al cual apuntar.

Cada bala que impacte contra nosotros tendrá efecto rebote, regresando hacia nuestro atacante.

Ninguno de nuestros enemigos saldrá libre esta tarde. Ni nunca.

-Tiene que sacarse sus joyas, mi rey.-indica el hombre encargado de la luchas.

Me desprendo de la pulsera de diamantes, el Piaget, la cadena y dos de los anillos que cargo.

-Falta un anillo, rey.-señala.

-Este no me lo sacó. Mi anillo de matrimonio no me lo quita nadie.

Asiente, bajando la cabeza ante la mirada que le acabo de lanzar.

Me posiciono detrás de la reja que me impide salir.

A mí señal las rejas se levantan y me permiten caminar hasta el centro de la gran arena, rodeado de aplausos y gritos de euforia.

-¡Máximo! ¡Máximo! ¡Demonio! ¡Kuznetsov! ¡Rey! ¡Alteza! ¡Máximo! ¡Máximo!-las personas continúan con las alaridos desde las gradas.

Mi nombre y apellido es coreado por toda la multitud que nos contempla el día de hoy.

Me pongo en cuclillas tomando un puño de arena y la froto entre las palmas de mis manos.

Giro sobre mi misma posición visualizando todo a mí alrededor.

Miles de asistentes se aglomeran en las gradas, pero mi mirada se mantiene fija en el palco especial brindado para el rey y su familia.

Rafaella está sentada en su trono, justo al lado del mío, que se supone debe estar vacío pero ha sido ocupado por mis hijos.

Su mirada esta clavada en cada uno de mis movimientos, sin mostrar emoción alguna.

Doy la indicación para que se abra la reja del primer hombre que morirá esta tarde. Simples basuras inferiores a mí.

Arrojan al general Clark a la gran arena.

Su atención divaga entre la multitud y yo.

De forma automática toma posición de pelea.

Hago lo mismo incitándolo a dar el primer golpe.

-Ven por mí, general.-lo aliento.

Nos movemos aun manteniendo distancia.

Hasta que intenta dar el primer golpe, levanto mi pierna, golpeando contra su pecho y tumbándolo de espaldas.

Espero pacientemente a que se levante.

No tarda por lo que el combate vuelve a iniciar.

Esta vez soy yo el que golpeo, el primer impacto golpea su mandíbula haciendo que se tambalee hacia un lado y de forma rápido vuelvo a dar el segundo golpe justo en la nariz, haciéndolo retroceder.

DINASTÍAWhere stories live. Discover now