Capítulo 37

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Rafaella.

Los días en la isla fueron agobiantes y torturadores, el tener a mis dos hijos expuestos me desequilibraba totalmente y el que Damiano estuviese herido me hacía hervir la sangre de rabia y dolor, pero he sabido mantener la situación controlada. Ninguno de los hombres que venían por nuestras cabezas pudo encontrarnos porque Máximo los llevo lejos, distrayéndolos de ir por nosotros.

A pesar de las condiciones en las que estaban mis hijos trate de correr y caminar lo más lejos posible para ponernos a buen recaudo, persistiendo en conversaciones amenas para que distrajeran un poco la mente y no sintieran el impacto de lo que estaba sucediendo, les conté sobre mi bonita infancia, les hable de mi hermano, de cómo me guardaba los postres que le entregaban o los chocolates que compraba, de las travesuras que hacíamos, sobre el dialogo extraño que teníamos, siempre hablando en clave con palabras escondidas y como nos podíamos comprender solo con la mirada.

Compartí con ellos los momentos que viví al lado de mis abuelos. ¡Dios santo! cuanto me tuve que contener para no derramar lágrimas por ellos.

Octavio y Catalina. Max y Victoria.

Los primeros, unos abuelos en todo el sentido de la palabra. Los segundos, un poco complicados, con Victoria no todo fue malo, siempre fue muy egoísta pero mi madre dice que cuando se enteró que tendría una nieta se emocionó mucho, estuvo pendiente del embarazo y años después seguía cuidando de mí, su presencia imponente siempre me acompañaba, pero cuando se separó del abuelo se distancio, se volvió más solitaria de lo normal y tanto ermitaña.

No les conté la parte mala del cuento, solo comente las cosas buenas, lo negativo lo omití, ellos no tiene que cargar con los traumas del pasado que otros provocaron, cuido de ellos, pero sobretodo procuro seleccionar muy bien lo que escuchan, para no contaminar sus almas. No los enveneno porque no me gustaría que su carne se pudra por el rencor que puedan sentir.

Mientras caminábamos largos tramos cantábamos canciones infantiles y algunas otras de los Imagine Dragons, esas las entonábamos a todo pulmón debido al poderío que se cargan. Siempre trate de mantenerlos despejados, felices, sonriendo y hablando hasta por los codos.

«Los mantenía a salvo incluso de nosotros mismos», de nuestro deseo abrumador de venganza.

Sostengo mi taza de café encontrando la tranquilidad que había perdido durante estos días. Teniendo la tranquilidad de que mis terremotos están a salvo, en uno de sus lugares favoritos, durmiendo en nuestra cama, cuando durante días durmiendo sobre la arena.

Le doy una mordida más a mi sándwich y me concentro en acariciar con lentitud el borde, aprieto los dientes con fuerza cuando me toma la idea de que he perdido el control, durante años hemos mantenido cualquier tipo de situación controlada pero parece que ahora nada lo está.

No sé quién nos ha traicionado, no quiero pensar que ha sido uno de los míos porque ellos serían incapaces de entregarme y si lo hicieran, iría por ellos sin remordimiento. Tengo en mente a Nicola Del Campo, pero mis hombres no han reportado ningún informe de algún movimiento extraño que haya realizado. Lo tengo he tenido vigilado durante estos cinco años, se cada uno de sus movimientos, su rutina diaria, lugares que frecuenta, reuniones que tiene, no hay día que no sepa dónde está. Lo es absolutamente todo de él.

El anhelo de matar nunca me había tomado con tanta fuerza, pero ahora siento que necesito mirar la sangre de mis victimas en mis manos para poder continuar, no solo de él, sino de todos. La venganza visceral me consume. Y estoy esperando mi turno para atacar, cuando ese día llegue, ese maldito no podrá escapar de mí.

Por ahora me concentrare en mi próximo movimiento en el tablero de ajedrez, uno que he planificado durante mis noches de insomnio y vigilia en Bora Bora.

DINASTÍAWhere stories live. Discover now