Capítulo 21

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Rafaella.

Lagrimas espesas resbalan por mis mejillas cuando escucho que el auto sale de la casa. El dolor incesante en el pecho es lo que me hace trastabillar hacia atrás, llevándome hasta el suelo.

Me arrastro hasta recostar mi espalda en un extremo del sillón, escondiéndome un poco.

Es uno de los dolores que me ahoga. Me llevo la mano al pecho tratando de aplacar el sufrimiento que me rasga por dentro.

Se los ha llevado.

Quiero gritar, anhelo con toda mi alma arrancarme la sensación de vacío que me embarga.

No me reprimo al momento de llorar, lo hago de verdad, saco todo lo que he estado conteniendo en los últimos días, el dolor me supura por los poros y no hay manera de apagar la agonía que me hace temblar por completo.

Me aferro a mis piernas con pesar. Se ha llevado a mi abejita y a mi hermoso escorpión.

No entiendo nada, que este enojado no le da derecho a hacer esto, no es la forma de hacer las cosas, me duele su actuar pero lo que me jode es que sea él quien me hace eso. La persona que yo más quiero, me está destrozando.

-Señora.-Elena toca mi pierna con delicadeza.-No llore. Ellos regresaran pronto.

Levanto el rostro para mirarla, no puedo verla con claridad porque mi mirada esta nublada.

-Pero yo no puedo...no puedo estar sin ellos.-se me rompe la voz.

-Tranquila, señora.-recoge mi cabello que aún se mantiene húmedo, colocándolo detrás de mí oreja.-Trate de respirar. Todo estará bien.

-Nada está bien, Elena, ni nada lo estará.-vuelvo a llorar.-Me voy a dormir.-como puedo me pongo en pie, subiendo las escaleras a paso lento, hasta llegar a la habitación.

Los pies me pesan y el alma también lo hace. No sé si algún día he padecido de un dolor de esta magnitud, esos dolores que son tan intensos que piensas que nunca pasaran. Que nunca abandonaran tu cuerpo, esos que te hacen dormir porque estas cansada de vivir una triste agonía, que tu cerebro cree que te terminara matando.

Así se siente que te quiten a tus hijos.

Abrazo mi edredón tratando de que no me aplaste el dolor insano de la realidad, cierro los parpados que me pesan por la hinchazón y los estragos del llanto.

...

En la noche del día de ayer decidió largarse, llevándose a mis dos hijos con él, han sido horas interminables donde no he podido ni levantarme de la cama, se fue sin importarle que casi le suplicara para que no se los llevara. Tampoco le ha importado dejarlos sin escuela por toda una semana, hoy es martes y se supone que la carrera es el domingo.

Aun así me tengo la fuerza suficiente para levantarme cuando me avisan que mi padre ha llegado. Bajo las escaleras practicando la sonrisa que le mostrare.

-¡Principessa!-grita papá y corro a abrazarlo con fuerza.

Me separo alisándole el traje.

-Pero que guapo estas.-le sonrió.

-¿Mis nietos están en la escuela?-pregunta y niego.

-Se han ido a Mónaco con Máximo.-digo fingiendo que no me importa.

-¿Todo bien?

-Todo perfecto. ¿Quieres café?

-No, solo vengo a decirte algo rápido. Tengo una reunión.

Solo espero que no sea algo malo. No podría con más desgracias en mi vida.

-¿Qué pasa?- Lo observo con atención.

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