LA GUARIDA: UN PUTO JARDÍN

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-Eren se va.

-Pásalo bien.

Cuando dejó la casa, me terminé el café, tiré la colilla del cigarrillo por la puerta de emergencia y la cerré para que no entrara la lluvia. Envasé la ropa que se había puesto el lobo, para la cual ya tenía compradores, y me la llevé a la oficina de correos después de desayunar en la cafetería tan fina que ahora frecuentaba. Empecé a notar que la gente que pasaba por mi lado o la que se acercaba lo suficiente, arrugaba la nariz, fruncía el ceño o me dedicaba miradas extrañas. El Olor a Macho de Eren producía muchos tipos de reacciones, algunas de asco, pero también muchas otras de deseo. La gente me olía y se sentía perturbada, confundida, porque quizá nunca hubieran estado cerca de un lobo y se preguntaban por qué aquella peste a sudor les excitaba y les atraía tanto cuando debería repugnarles. La respuesta era en realidad muy sencilla: mi lobo era un puto SubAlfa muy bien follado y muy bien cuidado, por eso olía de aquella manera. O al menos eso era lo que decían los esnifadores que no dejaban de hacer reseñas y comentarios en mis hilos. Según ellos, la calidad de vida del lobo, como muchas otras cosas, influía en su Olor a Macho, en su intensidad y potencia. No sé, a mí solo me importaba que me pagaran a seiscientos dólares la camiseta y a casi mil el pantalón; dependiendo de lo usado que estuviera y de las manchas que tuviera. Eren siempre lo mojaba cada mañana, yo me aseguraba de eso, y después se iba a echar una buena meada, así que los esnifadores tenían mucho que «apreciar» ahí.

Hechas las compras de cada tarde; incluyendo un repaso por la tienda de segunda mano para arrasar con las tallas grandes de ropa que hubiera allí; volví a casa con tres pollos enteros a la brasa y una bolsa de tela repleta de ropa. Metí la comida en el horno y me preparé para ir a trabajar, con tiempo de sobra para pasar por un negocio de muebles a coger una revista de publicidad y pararme en una tienda de ropa interior de marca. Compré tres calzoncillos blancos que me iban a pagar a ochocientos dólares cada uno cuando Eren se los pusiera y los manchara. Sinceramente, aunque la ropa con Olor a Macho fuera un producto escaso y muy apreciado por un amplio grupo de pervertidos, ¿qué clase de persona podía permitirse gastarse casi mil dólares en un calzoncillo usado?, ¿eran todos millonarios o qué? Después pasé de largo por el escaparate de otra tienda de marca, pero volví atrás y miré una cazadora de cuero que tenía un maniquí. Era negra, con un corte de motero y de chico malo. No lo dudé, entré y pedí la talla XL. Pagué doscientos treinta dólares por ella. ¿Qué clase de persona podía gastarse tanto en una cazadora?, pues la clase de persona que vendía ropa interior usada.

Cuando aparecí por la tienda con la bolsa, el señor Xing la miró y puso cara de asco. «¿Tú lobal?», preguntó. «No polisía aquí. No, no, no. Mal pala negosio». Tuve que decirle que no la robé, enseñarle el ticket de compra y llevarla al pasillo, donde dejé mi cazadora militar y esperé a que el señor Xing dejara de farfullar sus mierdas en chino. Al irse cogí un Red Bull de la estantería, probando un sabor nuevo que habían traído, y salí a fumar afuera, de cuclillas contra la pared de la tienda y resguardado de la lluvia. Ya casi por costumbre miré el Foro y entré en la sección de los omegas. Una de mis usuarias favoritas SarahOmegaxAlfa había abierto otro hilo llorando porque otro lobo la había dejado. Esa mujer estaba fatal y contaba toda su vida a los cientos de desconocidos que entraban a aquel Foro, muchos, como yo, solo para reírse de ella. Era también la favorita de los trolls y usuarios crueles que se creaban cuentas solo para joder a los loberos, esnifadores y omegas. Me podía imaginar la clase de personas que serían: quizá hombres amargados porque los lobos eran mitos sexuales que se hinchaban a follar, quizá gente aburrida que podía permitirse perder el tiempo con esas cosas. Fueran quienes fueran, se cebaban con SarahOmegaxAlfa; pero es que era demasiado fácil. La mujer, que debía tener entre veinticinco o treinta años por las fotos que subía, no dejaba de quejarse, llorar, hacer preguntas estúpidas y poner descripciones demasiado explícitas de lo que hacía o no con sus lobos. Su hilo «Me lo he tragado todo y se fue sin decirme nada» fue un rotundo éxito.

Humano - EreriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora