EL DOCTOR LOBO: TIENE MUCHOS RECURSOS

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Berthold volvió durante toda la semana, enviado cada día por Farlan el Beta quien, al parecer, se encargaba de la distribución del trabajo entre los Machos Comunes. Eso me lo dijo Eren el lunes, cuando llegué a casa y me detuve de brazos cruzados al lado del sofá con una mirada seria.

—Berthold ha venido hoy. ¿Lo ha enviado Erwin?

Quizá fuera el tono de mi voz o mi expresión de asesino en serie, pero el lobo se puso en guardia, arqueando la espalda y con los ojos muy abiertos, preparado para salir de un salto y escapar si fuera necesario.

—No. Eren estuvo con Alfa toda la noche ­—me aseguró en un tono bajo y cuidadoso.

Solté un murmullo y miré el ventanal repleto de plantas frente a mí, por un momento hasta casi había deseado que hubiera sido Erwin, solo para terminar en seco con todo aquello y tener una buena excusa para mandarles a la mierda. Pero, como había dicho Berthold, era Farlan el que seguía enviándole noche tras noche a mi trabajo.

Aun así, tener al lobo allí era una carga enorme para mí. No porque Berthold fuera insoportable y desagradable conmigo, ya que desde aquel domingo no había vuelto a intentar hablar con él ni nada que se le pareciera. Ya le había dado bastantes oportunidades, y Berthold seguía tratándome como a un marginal al que, por desgracia, tenía que venir a vigilar.

—Ahora estás muy callado, Levi —me dijo el miércoles, sentado en su sitio a lo lejos y dando vueltas a su taza de café entre los dedos de forma distraída—. ¿Ya te has cansado de hacerme preguntas y esas cosas?

­—Estoy muy ocupado trabajando. No tengo tiempo para nada más... —respondí, fumando otra calada de mi cigarrillo mientras jugaba al móvil.

El lobo apretó la comisura de los labios con incomodidad y soltó un gruñido bajo. Si ahora Berthold había cambiado de idea y quería conversar un poco pero no se atrevía a hacerlo, no era mi problema. Yo me limitaba a planear estúpidas excusas y tonterías para que se bebiera la botella de vitaminas y se llevara los tuppers que compraba para él. Hacerle beber las botellas de vitaminas resultó sencillo, porque era «solo agua con sabores». Así como podía beberse los cafés a los que le invitaba, podía beberse las botellas que le preparaba.

—¿Qué es? —me preguntó después de abrir el tapón y olisquear el contenido.

—Bebo mucha Coca-cola y Red Bull, pensé que si compraba polvos de sabores, conseguiría beber más agua; pero no me gustan.

—¿Para que los preparas, entonces? —insistió, dando un pequeño sorbo y paladeándolo un poco antes de dar uno más largo.

—Quizá uno de los sabores me acabe gustando.

—No está mal —concluyó, mirando la botella de líquido azulado—, aunque el de frutos rojos era mejor. Este sabe muy dulce.

—Probaremos todos los sabores de la caja, no te preocupes... —le aseguré.

Esa fue la parte fácil, la parte difícil fue darle comida que no viniera en una caja con el logo de «Pizzería Pullinni». Hacerle «tirar a la basura» pizzas eran una cosa, pero llevarse un cubo de tupper como los que se comía Eren era otra muy diferente.

—Tira esto a la basura y me lo traes mañana limpio —le dije la noche del martes, entregándole el cubo con arroz, pollo y verdura.

—¿Vas a tirar esto también? ¿Por qué? —preguntó con el ceño muy fruncido—. Ni siquiera lo has abierto.

—A veces compro de más y me lo traigo para cenar, pero no tengo hambre y lo tiro.

—Pues dáselo mañana a Eren —negó, apartando el tupper de él.

Humano - EreriWhere stories live. Discover now