COSAS DE LOBATOS: ES MAS QUE UNA EXPRESIÓN

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Como había prometido a Erwin, nada más llegar al edificio de oficinas, dejé mi cazadora empapada sobre la silla de conserjería y salí en dirección a su despacho. Llamé dos veces y abrí la puerta para verle sentado tras su escritorio blanco, con la cabeza gacha y la mirada perdida hasta que me oyó; entonces levantó los ojos hacía mí y se incorporó un poco antes de asentir.

—Siéntate —me invitó, como si yo no estuviera yendo directamente a sentarme sin necesidad de que me dijera nada—. He pensado en lo que me dijiste ayer —continuó entonces—, sobre la venganza del traficante. Es lo mismo que había pensado yo, aunque no tengo pruebas que lo demuestren. ¿Tú las tienes, Levi?

—No, pero es lo que yo hubiera hecho —respondí con mi expresión indiferente de siempre—. ¿Tú no?

—No si tuviera pensado retomar mis relaciones con la Manada y querer llegar a un nuevo acuerdo. Nosotros controlamos el puerto, así que, si quiere seguir traficando en la ciudad, tiene que ser con nuestra ayuda.

—No van a negociar más con nosotros, Erwin —le dejé bien claro—. Un puto niñato les ha insultado y les ha amenazado con que iba a quemar sus barcos y a no dejarles usar el puerto. Tiene suerte de que fuera canadienses, porque un norteamericano ya le habría disparado cinco putos tiros en toda la cara.

—Floch no tenía mi apoyo para hacer eso, confiaba en que si Nile hablaba con ellos y se lo explicaba, podíamos...

—No —le interrumpí—. Si vas llorando detrás de ellos, van a querer que te bajes los pantalones para darte por el culo. Déjalos marcharse, ya están perdidos.

Erwin entrelazó los dedos a la altura de los labios y me miró en silencio durante un par de segundos.

—Llevamos años trabajando con ellos, Levi, son un «cliente» importante de la Manada —me recordó—. No creo que haga falta que te diga la cantidad de dinero que ganábamos a su costa.

—Peor aún —murmuré y, antes de que agachara la cabeza para dedicarme una de esas miraditas por el borde superior de los ojos, continué—: Nunca he estado en una mafia, Erwin, pero sí en algunas bandas callejeras. Cuando nos insultaban, nos vengábamos, y si querían disculparse, pensábamos que eran unos débiles de mierda y les jodíamos incluso más. Así es como funciona, ya deberías saberlo.

El Alfa gruñó por lo bajo y tensó la mandíbula.

—Ya sé cómo funciona —me aseguro con tono duro—. Yo ya era Alfa cuando tú todavía te cagabas en los pantalones, Levi.

Fruncí el ceño y ladeé la cabeza con curiosidad.

—¿Cuántos putos años tienes?

—Casi el doble que tú.

—¿Tienes cincuenta años, Erwin? —no conseguí que no sonara tan impresionado como me sentía de descubrir aquello.

—He dicho «casi» —me recordó.

—¿Cuarenta? —insistí.

—No te he hecho venir para discutir mi edad, Levi —me dijo—, te he hecho venir para que me digas lo que piensas sobre la situación actual. Yo también creo que los traficantes canadienses nos han traicionado, pero confiaba en que pudieran ser razonables y no llevar esto a otro nivel. Uno más peligroso...

—Uno más peligroso... —repetí antes de asentir lentamente con la cabeza—. Verás, Erwin, el problema es que cuando te dedicas a la extorsión y al tráfico de armas y droga con otras mafias, las cosas se suelen poner «peligrosas» a veces.

—¡Eso ya lo sé! —rugió, golpeando la mesa con el puño y produciendo un ruido grave que llenó el despacho.

Sus palabras dejaron un profundo silencio que se alargó todo un minuto. Yo seguía sentado con mi expresión de siempre, pensando en levantarme e irme, pero Erwin había cerrado los ojos y se había llevado una mano al rostro para masajearse la frente entre el índice y el pulgar. Cogió una bocanada de aire y me volvió a mirar.

Humano - EreriWhere stories live. Discover now