ERWIN: ES UN CABRÓN VENGATIVO

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Mary no habló en todo el camino de vuelta al hotel, un camino que decidimos hacer andando. Atravesamos el barrio residencial de lujo repleto de edificios de piedra rojiza hasta el puente de Brooklyn, de ahí a Manhattan con sus gigantescos rascacielos y sus calles repletas. Empezó a llover suavemente cuando alcanzamos el parque del ayuntamiento, pero ya estábamos casi al lado del hotel para cuando comenzó a llover de verdad. Mary me dijo que necesitaba hablar con Erwin y se disculpó antes de irse a la habitación, yo hice lo mismo para darme una ducha caliente, cambiarme de ropa y bajar a tomar una copa al bar del hotel. Una mujer muy elegante empezó a mirarme al otro lado de la barra, y como la ignoré por completo a la espera de que se fuera, me invitó a otro coñac del caro y se acercó.

—No soy un gigoló ni te voy a comer el coño por dinero, así que lárgate —respondí cuando me saludó.

Ella se indignó mucho, pero los dos sabíamos que se había creído que yo era un prostituto de lujo esperando a clientes adinerados en el bar de un hotel que, evidentemente, no me podía permitir. Podía hacerse la digna si quería. La siguiente interrupción fue menos desagradable. Mary apareció y se sentó en el taburete de al lado mientras yo comía distraídamente de un bol de frutos secos. Llamó la atención del camarero y le pidió un Dry Martini, dándole las gracias de antemano antes de girar el rostro hacia mí. Aún tenía los ojos hinchados de haber estado llorando, aunque se había esforzado por lavarse la cara y ocultarlo antes de salir de la habitación.

—Erwin se enfadó mucho, pero nos dio las gracias por todo. A los dos.

Asentí sin decir nada y me llevé otro cacahuete a la boca antes de masticarlo y beber un trago de carísimo coñac. Le sirvieron la copa a Mary y ella la miró un momento, suspiró y se la bebió toda de tres tragos antes de cerrar los ojos y agitar la cabeza.

—Ponme otra —le pidió al camarero antes de cruzarse de brazos sobre la barra y volver a mirarme con una leve expresión apenada—. Me dijo que Eren te echa muchísimo de menos. Al parecer está muy enfadado con Erwin y no para de gruñir todo el rato porque «Levi no está con Eren».

Solté un bufido y asentí.

—Sí, es un cabrón muy dependiente. ¿Sabes si se ha comidos los putos tuppers que le dejé?

—No, no lo sé, solo he hablado con Erwin. Me dijo que también me echaba muchísimo de menos, pero que él era el Alfa y no podía comportarse como un mocoso delante de la Manada.

—¿Qué Erwin no puede comportarse como un mocoso? —murmuré, echándole un vistazo a la mujer por el borde de los ojos—. Pues será porque yo no estoy allí...

Mary negó con la cabeza y puso los ojos en blanco antes de mirar hacia la segunda copa que le habían puesto en frente, sustituyendo la primera.

—¿Sabes Levi? Ahora que te conozco un poco, empiezo a darme cuenta de lo mucho que los dos se parecen. —Mi risa dura y sarcástica no la detuvo. Solo bebió un sorbo del cóctel y continuó—: Si le dieras una oportunidad, creo que serían grandes amigos y...

—No —me negué en rotundo—. Es suficiente con poder hablar sin terminar a golpes. Creo que es en lo único en lo que tu lobo y yo estamos de acuerdo.

—Ambos son igual de testarudos... —murmuró ella con el borde de la copa rozando sus labios—. ¿Puedo preguntarte algo? —dijo tras un corto trago—. ¿Por qué antes me respondías mal y eras tan frío conmigo?

—Creía que eras una princesita llorona y manipuladora que solo sabía quejarse de mí al Alfa.

—Oh... —se sorprendió ella, como si no se lo esperara—. ¿Y ahora qué crees?

Me encogí de hombros mientras me llevaba otro cacahuete a la boca.

Mary sonrió y miró al frente antes de volver a suspirar.

Humano - EreriNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ