LA GUARIDA: UN LUGAR DE DESCANSO

1.3K 170 45
                                    

Eren se terminó su bandeja de carne asada, bebió lo poco que quedaba de su cerveza y soltó un eructo antes de chuparse los dedos, limpiarse los labios con el trapo y levantarse. Se dejó caer en el sofá y me echó otra mirada por encima del respaldo. Gruñó un poco, un sonido bajo qué sí reconocí. Era el gruñidito de cuando quería atención y caricias, porque yo estaba muy distante con él y eso no le gustaba. Bueno, a mí tampoco me gustaba que me trajera a una banda criminal al trabajo, así que le ignoré, tiré la colilla por la puerta, solté el humo y la cerré antes de ir a recoger la bandeja vacía y grasienta que había dejado. Cuando tuve todo recogido, me lavé las manos y fui a sentarme al sofá. Eren volvió a soltar un gruñidito, pero apartó rápido la vista hacia la televisión cuando vio mi cara seria. Levanté un mano y tiré de la rotura en su cazadora negra.

—Es mejor que te quites esto —le dije—. Mejor quítatelo todo y lo tiramos.

El lobo miró la rotura y puso una expresión apenada, bajando sus espesas cejas castañas.

—A Eren le gusta mucho la cazadora que Levi le ha comprado —dijo en voz baja—. No importa que esté rota.

—Está hecha una mierda, Eren —respondí—. Hay que tirarla —y tras un breve silencio, añadí—: ya te compraré otra.

El lobo soltó un gruñido diferente a los anteriores, más lineal y rápido, y se quitó la cazadora con cuidado. Le ayudé, porque seguía herido y no quería que se hiciera daño. Puse la cazadora destrozada sobre la mesa y después le quité la camiseta negra que apestaba a lobo. El Olor a Eren era intenso después de haber sudado tanto aquella noche y me tomó un poco por sorpresa. Cerré los ojos y sentí cómo la polla se me ponía dura bajo el chándal. Por supuesto, el lobo lo percibió y me miró, empezando a respirar más fuerte y a empalmarse también bajo su vaquero. Todavía seguía molesto, pero no tanto como para castigarle a él —y a mí mismo—, sin sexo. Así que cogí una buena bocanada de aquel aire apestoso, denso e intenso, fui a dejar la camiseta junto a la cazadora sobre la mesa de la cocina, y volví de espaldas a Eren para poner mis manos en sus grandes hombros y, lentamente, descender acariciándole sus enormes pectorales. El lobo no separó la mirada de mí, recostando la cabeza en el respaldo y jadeando. Bajé el rostro y besé sus labios. Se me escapó un gemido de garganta cuando noté la humedad y calidez de su boca, con aquellos colmillos gruesos que sobresalían sobre el resto de dientes. El lobo empezó a gruñir con excitación; levantando uno de sus fuertes brazos para agarrarme el pelo y hacerme que le besará más y, probablemente, más fuerte. Entonces comenzó a mover la cadera de arriba abajo, cada vez más deprisa, como si ya estuviera follándome.

—No te muevas... —le susurré en los labios, acariciando su pecho abultado y caliente de arriba abajo—. Como se reabran las heridas me enfadaré, Eren.

El lobo gruñó en desacuerdo, tirando más fuerte de mi pelo porque él era el Macho y todas esas estupideces. Quizá Eren se creyera muy hombre y muy lobo, pero se deshacía como caramelo derretido cuando le besaba y le acariciaba el pecho y la barriga. Sacó la lengua y comenzó a lamerme, tratando de imitar mis besos. Aquello tan asqueroso, por raro que pueda parecer, había empezado a gustarme. Tanto, que presioné más las manos sobre su cuerpo, como si no fuera capaz de tocarle lo suficiente. Le acaricié la barriga, el pecho duro, los enormes brazos; hasta que no pude más, tragué saliva y fui a ponerme frente a él. Me quité la camiseta de camino y la tiré a un lado, me arrodillé entre sus piernas y le desabroché el cinturón de hebilla plateada. No me detuve hasta coger su polla gorda, caliente y completamente empapada. El olor al liberar aquello me dejó sin aire. Apreté los dientes, cerré los ojos y gemí antes de volver a abrirlos. El puto Eren y sus putas feromonas de lobo conseguían que hasta su apestosa polla me pusiera tan excitado que dolía. Me metí la cabeza ligeramente más grande que el tronco en la boca, pero solo para limpiársela un poco y sorber aquellos hilos de líquido viscoso y traslúcido. Entonces fui subiendo, besando y lamiendo hasta alcanzar su pecho. Ahí me detuve para frotarme la cara como un idiota, porque apestaba a Eren y me encantaba. Con más besos fui hacia uno de sus pezones salidos y redondos y lo lamí. Eso tomó por sorpresa al lobo, que gruñó de una forma más alta, abriendo más los labios y echando la cabeza para atrás. Era curioso, pero tardé todo ese tiempo en encontrar una de las mayores debilidades de Eren: sus pezones. Nunca supe si se trataba de un punto erógeno común en los lobos, pero a Eren le volvía completamente loco. Se retorcía, bufaba, gruñía y me apretaba contra él o me agarraba con mucha fuerza el pelo mientras su polla no paraba de mojarse y manchar todo a su paso. Cuando terminé allí, el lobo solo quería metérmela y correrse; pero me tocaba a mí disfrutar de una de mis mayores debilidades: los huevos de Eren.

Humano - EreriWhere stories live. Discover now