COSAS DE LOBATOS: Y COSAS DE MACHOS

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Mi aceptación en la Manada había sido un proceso lento pero constante del que yo había sido muy consciente aquellos últimos dos meses. Sin embargo, no fue hasta aquella semana a finales de Noviembre que se convirtió en algo casi oficial. Mientras desayunaba con Eren en el local de siempre, con las mismas miradas de siempre a nuestro alrededor, recibí una notificación en el móvil. Como era del banco, no dudé en deslizar la pantalla con una expresión de enfado, dispuesto a cagarme en la puta madre de cualquiera que hubiera tocado mi cuenta bancaria. Para mi sorpresa, no era un cobro, sino un ingreso. Abrí mucho los ojos y fruncí el ceño, llamando la atención de Eren, quien empezó a gruñir por lo bajo con sus labios manchados de leche.

—¿Qué ocurre? —me preguntó—. ¿Floch?

—No... —murmuré antes de comprobar un par de cosas.

Una empresa llamada Luna. S.A. me había hecho un ingreso de siete mil quinientos dólares. Un error, sin duda, uno del que no iba a dar aviso hasta que fuera demasiado tarde. Si un banquero patoso o un contable distraído había metido mal un número y, por casualidad, esa burrada de dinero había acabado en mis manos... no era mi culpa. Yo también era un hombre despistado que quizá se gastara ese dinero sin darse cuenta. Los errores pasan.

De mucho mejor humor, apuré el café y el sándwich y me llevé a mi lobo de compras para regalarnos una renovación completa de la ropa de invierno. Como Eren odiaba y se negaba a probarse nada que no tuviera su Olor a Macho, elegí yo por él. Al igual que el resto de Machos, él también tenía un gusto muy marcado para la ropa: a Eren le gustaba vestirse como un matón callejero. Muchas camisetas de asas para que se vieran bien sus enormes brazos y la cadena plateada de su cuello, después sus pantalones podían variar dependiendo del calor o el frío, pero era bañador o chándal, nada más. Así que le compré un par de pantalones de tela gruesa y cómoda y algunas sudaderas sin mangas y con capucha, todo de Nike, Puma o Adidas. Después nos pasamos por unas botas militares de las que le gustaban para la lluvia y por unas zapatillas. Encontrar el número cuarenta y seis de pie fue todo un reto para las mujeres de la tienda, pero el lobo llevaba demasiadas bolsas de marca en las manos para no esforzarse en buscarlos. A veces me divertía verles debatirse entre echarnos de allí para no asustar a los demás clientes o atendernos con todo el lujo, porque la venta de droga y armas daba muchísimo dinero. Otras veces simplemente era exasperante.

Con todo aquello, nos fuimos a la tienda de comida y me llevé los tuppers.

—Vaya, chicos, ¿una tarde de compras? —nos preguntó la misma joven de siempre con el pelo recogido y la mirada baja.

No sabía lo que intentaba con aquellos comentarios de vez en cuando, si parecer agradable delante de los demás o si trataba de demostrarnos que ella no era una racista intransigente como el resto de personas que había allí y que nos miraban muy atentamente. Fuera como fuera, yo nunca le respondía.

Llegamos muy cargados a casa y Eren resopló, dejando las bolsas en el salón para quitarse la ropa a tirones y quedarse completamente desnudo. Su Olor a Macho, contenido bajo la cazadora y los pantalones y potenciado por el sudor del camino y la carga, llegó a mí como una oleada de feromonas que me hizo cerrar los ojos y gruñir de puro placer. El lobo gruñó al instante, poniéndose cada vez más duro mientras la cabeza de su polla gorda se humedecía y empapaba el abundante prepucio que casi cubría por entero.

—Joder... —murmuré con los dientes apretados.

Les juro que aquello era algo que escapaba a mi control. Si olía la peste de Eren o le veía empalmado, me ponía tan excitado que no podía pensar en otra cosa que desnudarme y saltarle encima. Incluso en momentos como aquel, cuando el tiempo era un problema, no le dejé escapar hasta que me follara como una puta fiera y se quedara sudando y jadeando mientras la polla se le inflamaba dentro de mí.

Humano - EreriWhere stories live. Discover now