LOS LOBATOS: NUNCA APRENDEN

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—Ojalá pudiera decirte que me sorprende verte otra vez aquí, pero no sería verdad —me dijo el detective Marlo, cerrando la puerta metálica de la sala de interrogatorios para acercarse con mi carpeta policial en la mano. La dejó caer sobre la mesa con un golpe seco y movió la silla de oficina para sentarse—. Para ser un hombre reformado, parece que siempre estás metido en problemas... ¿no crees?

Yo fumaba tranquilamente, mirando al detective casi sin pestañear y con una expresión de indiferencia absoluta en el rostro.

—Yo no me meto en problemas —respondí antes de encogerme de hombros—, pero tengo mala suerte en la vida.

—Ya... —murmuró él, abriendo el informe para pasar un par de páginas de forma distraída—. Y dime... ¿por qué este es el segundo negocio en el que trabajas y que atacan y destrozan, Levi? ¿Viejos enemigos con viejos rencores?

—Puede ser —reconocí, recostándome en la silla y haciendo crujir el respaldo bajo mi peso. Empecé a mover un poco las piernas para girar sobre el eje de un lado a otro mientras echaba la ceniza del cigarrillo sobre el cenicero—. Hay gente que no sabe aceptar que su novio es un hijo de puta, y me culpan a mí por ello...

El detective dejó de pasar páginas del informe para dedicarme una mirada seria por el borde superior de los ojos.

—¿Así que crees que ha sido un crimen por celos?

—No me sorprendería —eché el humo por el borde de los labios hacia un lado.

—¿Y esperas que te crea con esa peste a lobo que tienes?

—Hay gente que no sabe aceptar que su lobo es un lobo y me culpan a mí por ello —respondí con la misma indiferencia—. Hay muchas posibilidades...

El detective cerró el informe y entrelazó las manos encima de él, mirándome fijamente.

—No te creo, Levi —declaró.

—¿No crees que puedo tener a varios hombres haciendo cola para follar y a un par de lobos visitándome noche tras noche? —pregunté con una media sonrisa—. ¿O es que eres demasiado machito y cerrado como para no reconocer que soy el tipo más guapo que has visto nunca? —le pregunté mientras arqueaba una ceja.

Aquello no le gustó al detective, que acentuó su expresión seria.

—Lo que creo, Levi, es que estás metido en algún asunto turbio con los Hombres Lobo y que no eres más que un pelele que se cree muy importante.

—No has respondido a mi pregunta, Marlo.

—Soy yo quien hace las preguntas aquí.

Solté un murmullo, como si estuviera impresionado, y seguí fumando y mirándole tranquilamente. Sabía que no podían detenerme porque no había hecho nada malo, pero eso no quería decir que, si enfadaba al imbécil del detective, no me fuera a dejar allí tirado toda la noche como la primera vez. El hombre esperó unos segundos, tratando de parecer intimidante y serio, antes de sacar una carpeta de debajo de la primera, la abrió y la puso frente a mí.

—¿Con cuál de estos Hombres Lobo estás manteniendo relaciones sexuales?

Arqueé las cejas, esta vez, sorprendido de verdad. En la hoja había impresas imágenes de archivo de algunos de la Manada, robados de cámaras de seguridad u otros dispositivos de vigilancia. Estaban Farlan, Jean, Reiner, Berthold y cinco más que no pude reconocer, aparte de, por supuesto, Eren. Me quedé un par de segundos mirando la imagen en la que salía, en ángulo picado donde se le veía entrando con su cara de pocos amigos. Quise sonreír al ver a mi lobo cabreado y peligroso, pero me contuve. Me incliné hacia delante y pasé una página para ver si había más fotos. Me encontré con varias imágenes de Erwin, pero el detective puso rápidamente la mano, con un golpe seco y ruidoso, para que no pudiera seguir pasando páginas. Levanté la mirada por el borde de los ojos y me encontré con su expresión enfadada.

Humano - EreriWhere stories live. Discover now