EL DOCTOR LOBO: NO HA MUERTO

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De vuelta a mis noches sin nada que hacer, empecé a buscar trabajo. Me había tomado casi dos semanas y media de descanso, entre El Celo y las noches con Farlan, pero mi cuenta bancaria seguía bajando un poco más cada día y el dinero que había conseguido con las clases no duraría para siempre. Así que la tarde del jueves fui a entregar mi currículum lleno de mentiras a la oficina de la empresa de reponedores donde trabajaba Marco. No fui tan idiota para llevar mi ropa normal, sino que le di un último uso a la camisa, los pantalones y las gafas del Doctor Lobo y llegué allí con una sonrisa tan falsa como las uñas de la recepcionista. Ella quiso quedarse con el currículo, pero yo insistí en llevarlo directamente a personal.

—Pareces una mujer ocupada y no quiero molestarte —sonreí—. Además, puede perderse entre tanto papel que tienes por aquí...

Ella forzó una sonrisa y me señaló por donde tenía que ir. Su trabajo era evitar interrupciones innecesarias al resto de departamentos, pero yo no me fiaba una mierda de ella. Quizá «se olvidara» de entregarlo porque ella ya tenía trabajo y un cómodo puesto sentada en una silla. Así que lo llevé personalmente, lo entregué y solté un comentario para dejar claro que Marco me había hablado del puesto y de que éramos «amigos». Hecho aquello, salí de allí, perdiendo la sonrisa nada más cruzar la puerta de las oficinas y sumergirme en el aparcamiento. Me saqué un cigarrillo y me lo fumé con calma mientras veía al otro lado, donde estaban aparcadas las furgonetas de reparto frente a las salidas del almacén. Algunos operarios ya estaban cargando las cajas de reparto y me acerqué por si veía a Marco, solo para insistir un poco más antes de irme. El trabajo parecía bueno y sabía que, al menos, estaba bien pagado. Además, el lugar estaba en el mismo polígono industrial que la nueva nave de la Manada, pero en esquinas diferentes. Me vendría muy bien para cuando tuviera que seguir llevando la comida a Berthold.

Fruncí el ceño y negué con la cabeza. Era mejor no hacerse ilusiones con puestos de trabajo, porque al final siempre te llevabas una decepción. Tiré la colilla del cigarrillo al suelo y me puse el casco de la moto para volver, comprar la comida a toda prisa y llegar corriendo a la Guarida para dársela a Eren. El lobo me estaba esperando tirado en el sofá, del que se levantó cuando me oyó entrar.

—¿Dieron trabajo a Levi? —me preguntó.

—No lo sé, hay que esperar —respondí, acercándome para darle su beso y su caricia antes de llevarme las bolsas a la barra del bar—. Iré mirando otros, por si acaso.

Eren se sentó en su taburete y se quedó mirándome atentamente mientras yo le sacaba la fuente de carne con arroz y una cerveza fría de la nevera.

—Levi está muy raro así —murmuró, refiriéndose a mi ropa y gafas del Doctor Lobo.

Le entregué una cuchara grande y fui a prepararme un café.

—¿No te gusta? —le pregunté de forma desinteresada.

—Levi siempre gusta a Eren —respondió con la cabeza bien alta—, pero es raro.

Solté un murmullo y asentí con la cabeza antes de ir por mi cajetilla de tabaco y ponerme un cigarro en los labios.

—¿Y ahora? —le pregunté.

Eren sonrió con una palada de comida ya en la boca, asintió y gruñó.

—Ahora más Levi —me dijo.

Tras la siesta y el polvo de después, Eren se fue con su tupper bajo el brazo y una suave sonrisa en los labios. Me hice otro café y fui en busca del móvil para buscar otro trabajo de mierda que al menos nos pagara el alquiler. Encontré un par, llamé a algunos para hacer una pequeña entrevista repleta de tonterías y mentiras de la que siempre me despedían con un: «nos pondremos en contacto contigo». Yo ponía cara de asco y seguía intentándolo, porque no quedaba otra. El verano había terminado y octubre era un mes complicado para encontrar trabajo, quizá cuando comenzara la campaña de navidad tuviera más suerte.

Humano - EreriWhere stories live. Discover now